Hay un solo caso probado y documentado de ‘ataúd espacial’ con recuperación de cuerpos humanos. Se trata del accidente en 1971 de la Sozuz 11, cuando se separaba de la estación espacial Salyut 1 tras permanecer en ella 23 días. Una historia conmovedora y que dio una importante lección a la carrera espacial soviética.
Por entonces -para ahorrar costes- los cosmonautas no llevaban trajes espaciales durante el retorno. Instantes después de que la Soyuz se separara de la estación, una pequeñísima válvula de presión de tan solo un milímetro -destinada al equilibrado de presión interior y exterior- falló y se abrió durante la separación modular. Las pulsaciones de los tres cosmonautas de la misión Vladislav Vólkov, Gueorgui Dobrovolski y Viktor Patsayev eran en ese momento 120, 80 y 100, respectivamente. En solo unos segundos el pulso de Vólkov pasó a 180 y el de Dobrovolski a 114 por el susto y el disparo de las alarmas sonoras.
Unos 20 segundos después de la fuga los tres estaban ya inconscientes. A los 110 segundos los corazones estaban ya detenidos. Esos eran todos los datos registrados en directo desde Tierra ya que los cosmonautas habían apagado la radio para oír mejor la procedencia de la fuga e intentar repararla, procedimiento que ya en tierra había sido un completo fracaso, tardando siempre más de 50 segundos en localizar la fuga y taponarla.
La cápsula era ya un ataúd flotante. A más de 200 kilómetros de la Tierra y a merced de la gravedad y los procedimientos automáticos de reentrada. En tierra no barruntaron nada hasta que la radio del equipo de rescate primario lanzó el temido codigo 111 desde la estepa kazaja y después de abrir la escotilla: "Tripulación fallecida". Los tres cuerpos estaban dentro de la cápsula, enteros, sin signos de violencia y tras una ‘muerte dulce’ por asfixia. A partir del accidente todas las expediciones soviéticas llevarían trajes de presión para combatir eficazmente posibles incidentes similares.