Sofocada, inquieta, incomoda, intolerante… pero sobre todo, me sentía aburrida.
Me encontraba como cada viernes en el mismo restaurante. Vino y pizza en la mesa donde hablábamos de todo y de todos… Pero yo no estaba; Me fui a pasear un rato a la alameda, que justo adornaba nuestra noche, teniendo frente a la terraza una fuente llena de agua, que desde lejos se veía clara y fría…
Era una reunión de amigos, hablando de rutinas, trabajo y noticias… bromas y albures eran parte fundamental de la noche… Pero yo no estaba ahí. Yo me fugue… me salí del restaurant sin pararme de mi asiento, atravesé la calle, y entre en un caminito que me llevaba justo a esa fuente; Me incliné un poco, moje mis manos y las hice un cantarito para llevar agua a mi cara… Me senté en la orilla, subí una pierna, luego la otra y con un pequeño giro… mis pies estaban adentro... Mojándose en agua fría. Necesitaba refrescarme… humedecerme, despertar y sentirme viva, Libre!
Ahí estaba mi mente, mientras daba pequeños sorbos a mi copa de vino y mi cigarrillo consumido a la mitad…
A veces me pasa, a veces me voy, me fugo… Y es que a veces siento que no puedo controlar mi espíritu, mis ganas, mis pasiones, mi rebeldía; Es como si todo quisiera salírseme al mismo tiempo, entonces podría pararme de golpe, jalar el mantel y mandar todo a la mierda, salir corriendo o pegar un grito que dejara sordos a todos… pero no! Aprendí a guardarme las ganas de muchas cosas, exponer mis debilidades y deseos nunca ha sido mucho de mí… Acepto que más de una vez me he saboteado. Me controlo cuando debería explotar o lo peor… exploto cuando debería controlarme. (A veces siento no estar hecha para mi)….
Mi vida me gusta mucho! (pienso algunas veces). No sé quién sería yo, si tan solo un par de acontecimientos, hubieran sido distintos.
He notado como mi carácter ha ido sufriendo cambios, remodelaciones, y una que otra golpiza… Entiendo que soy diferente… a veces solitaria, fría, obstinada, calculadora, pero a la par me acompañan mis risas, mis sueños, mis alas, mis locuras; Claro, como cada ser humano, que va cargado con lo mismo, pero en diferentes proporciones.
Esta vida mía, a veces me parece que han sido 6 o 7.
Esa noche decidí dejar todo lo que ya conocía hasta ese momento, dejarme llevar, salir de ahí y estar conmigo a solas, platicarme… aconsejarme, calmarme.
Así que me paré de esa mesa, tome mi bolso y me fui. Salí de la plaza donde se encontraba el restaurante… Con un vestido que llegaba a la mitad de la pantorrilla… negro y un poco ceñido, con un escote algo sugerente y unas medias como telarañas mágicas, que adornaban mis piernas y me hacían sentir increíblemente sexy… Me puse mi chaqueta de mezclilla y así me fui tomando por el lado izquierdo de avenida Juárez…
Caminé con esos tacones que jamás hubiera usado en una larga caminata. Pero ahí andaba yo, caminando como aquella actriz de una película en blanco y negro, que no recuerdo el nombre y de la cual, nunca se me olvido esta escena… “ Una mujer caminaba en el andén de una estación de trenes… el tren se marchaba a lo lejos; Entonces se veía su figura, con un vestido largo y ceñido que la obligaban a dar pasos cortos, tacones de esos delgaditos delgaditos, que parecen ir en contra de las leyes físicas… y su mirada quebrada. Despacio, serena fuerte y segura… así caminaba yo también; Avenida Juárez, se convirtió en mi estación de tren… caminaba con la cabeza en alto y sumiendo la panza… por primera vez, sin miedo; Sin miedo a la noche, a la calle y a la obscuridad que algunos faros descompuestos le daban a esta escena, algo de misterio y una salpicada de adrenalina…
Caminaba sin pensar. Caminaba observando cuidadosamente cada sitio por el que pasaba... las banquitas de metal, el color de las luces en los faros estilo colonial… y de reojo veía como la Alameda central me acompañaba, mostrándome sus árboles enormes, el quiosco y la fuente, queriendo hacerse notar, y presumiendo lo hermosa que lucía a la 1 de la madrugada del reciente Sábado… el olor a pasto y hojas mojadas estuvieron a punto de hacerme cambiar de dirección… lloviznaba y la brisa era fría… pero algo raro pasaba… yo no sentía nada.
Camine hasta reforma… di vuelta a la izquierda… observaba ese feo caballo amarillo que pusieron en medio de la avenida… Una escultura que no me gusta y por eso no se ni quien, ni por qué, ni de donde salió.
Entonces mis zapatos fueron cómplices para detenerme frente a un ventanal… era un hotel. Desde afuera se dejaba ver un bar algo obscuro y con alfombra roja.
Entre, me recibió un mesero y me llevo a una mesa… entonces nada volvió a ser igual.
Pedí una copa de vino… pedí la botella más cara que encontré. Recuerdo aquel olor a madera revuelto con cigarro y alcohol… Entonces el mesero me dejo sola… pero yo seguía en esa fuente… bañándome en agua fría… brincando y salpicando todo!
Entonces el… con su mirada me trajo de vuelta, me sacó de esa fuente, me cubrió del frio y se sentó en mi mesa, frente a mi…
Alto, blanco y de facciones duras, una nariz que determinaba su rostro, y unos ojos que parecían pistolas… el mesero llego y sirvió mi copa y se retiró; Él la agarro con cuidado y bebió mi vino, deslizó la suya sobre la mesa hasta llegar a mí… Entonces bebí del suyo. Me dijo que había hecho una muy mala elección con el vino, y me dio una catedra por demás interesante sobre como reconocer un buen tinto… yo no podía dejar de mirar sus labios, sus gestos. Ese rostro era el rostro de alguien a quien parecía… había visto siempre. Me hablo de libros, y un poco de historia, yo quería seguir escuchando; Pero hubo un largo silencio… Sus ojos y los míos se hablaron… parecía que se conocían de hace tiempo, como un par de amigos que tenían años sin verse… (No sé cuánto tiempo pasó…) Entonces se rompió el silencio y dijo “acabo de ver en tus ojos, los ojos de todas las mujeres que he amado en mi vida, incluida mi madre”… yo callé…
Era extranjero, y tenía un bello acento… una voz fuerte, pero suave. Recuerdo estar jugando con un tenedor mientras él me contaba de las montañas Europeas… Un aventurero roce de sus dedos hasta mi mano, hicieron que detuviera el golpeteo del tenedor contra la mesa… entonces sus ojos le dijeron a los míos que no había nada que temer – yo sentí calma- (sonreí)… por cierto que esos ojos, también tuvieron una conversación bastante discreta con mi escote;
Me quite´ los zapatos y decidí mostrarle a ese extranjero desconocido, así… cara a cara quien era esta mujer con medias de red. Cansada de cumplir caprichos de gente que indudablemente terminaba siempre fuera de mi vida… estaba harta de ataduras y presiones. Necesitaba dejar atrás las 6 o 7 vidas que traía arrastrando… y me dispuse a disfrutar del nuevo viaje!
Él estaba hospedado ahí y después de contarme sobre el clima en su país… me miro a los ojos, me tomo de la mano y me llevó a su habitación… Un elevador un poco angosto fue mi pretexto, su olor no me dejaba separarme de él… y él nunca soltó mi mano… Caminamos por ese pasillo alfombrado y obscuro, (alfombra roja y paredes de caoba) entonces me di cuenta de lo feo que era ese lugar… yo descalza y el con mis tacones en la otra mano…
Se abrió la puerta de la habitación, y un olor a humedad me llego de golpe, las cortinas eran obscuras, la alfombra quemada por cigarrillos, y la cama… Sentada en la orilla, me tomo un pie con las dos manos… y daba ligeros apretoncitos para aliviar mi evidente cansancio…
Sus manos empezaron a deslizarse por mis pantorrillas…eran como serpientes que sigilosamente se iban enredando por mis rodillas hasta llegar a los muslos… Mis piernas se abrieron… Como si fuera más que una bienvenida… un reencuentro… Mi cuerpo reconoció sus manos. (Me quitó las medias) Poco a poco, quito mi vestido, me arrancó el sostén y las bragas de un tirón… Si, ahí estaba yo… expuesta, desnuda, sin luces apagadas… sin temor, dispuesta y claramente estaba ahí para él.
Recostada en la cama sobre esas sabanas ásperas… toda yo y mis piernas abiertas… reconociéndolo… deseándolo. Sus manos mutaron… ya no eran serpientes que se enredaban… ahora eran delfines... Delfines que nadaban… y despacito subían por mi vientre, llegaron a mi estómago y se detuvieron al chocar con mis senos… sus dedos parecían niños jugando alrededor de mis pezones… Sus ojos y los míos no paraban de hablar… parecía que se ponían al tanto de todo lo que había ocurrido en 6 o 7 vidas anteriores…
Su piel desnuda se adhería a la mía, su pecho se acostó sobre el mío… sus manos saludaban mis nalgas, y apretaron mi cadera. Entró en mí… Me resucito… estaba viva!! Estaba ahí, mi mente, mi cuerpo, mi alma… Y yo estaba viva… Su lengua y la mía conversaban, Se acariciaban, se extrañaban… Parecíamos un par de gatos, lamiéndonos… tallándonos uno contra el otro... Oliéndonos...
Estaba en mi… y podía sentirlo, lo recibía y no quería dejar que saliera de nuevo… mis manos pasearon y se perdieron en su espalda, mis piernas lo abrazaban... y yo estaba viva! Vibraba… ardía... Sus pestañas acariciaban mi cara… sus labios en mi cuello... Sus labios en mí oído…
Me presentó conmigo. Me habló de una mujer que él conocía y que yo apenas me estaba enterando, llevaba 30 años viviendo dentro de mi… entregada, apasionada y viva!
El me volvió a la vida… me volvió a mi… y me regresó a esa mujer que había decidido guardarme, castigar y sabotear…
Remendó mis alas…
Se metió en mí y me salvó.
Tocaba mi piel como si supiera perfectamente la manera de hacerme reventar!
El en mí y yo con los ojos cerrados aun podía ver su rostro… el sabor de su saliva, su olor y sus sonidos… Entonces ardíamos…
Era como si todo hubiese desaparecido… los muebles, el armario con una puerta rota, las cortinas obscuras y polvosas… el papel tapiz azul marino. TODO. No existía nadie en el mundo, solo él y yo... Desconectados de todo, amantes jadeantes, brillantes y ardientes…
La cama me abrazaba, y no podía respirar… de pronto me vi a los 17 años, a los 19, 25... Incluso me vi hace un par de meses, y por más que intentaba, no podía recordar haber sentido algo parecido a lo que esa noche me sucedió… mi mente se nubló… lo abracé con todas mis fuerzas y yo estaba viva… destilando vida… mojada de vida, inundada en vida. Sus manos y mis manos estaban entrelazadas y se apretaban con tal fuerza que me dolía un poco… pero él estaba dentro de mi… y yo tan inundada… y el tan hermoso… y yo inundada… y yo inundada… y yo inundada…
Entonces el tercer viernes de cada mes… el me resucita en la misma habitación húmeda y obscura; Ahí desaparecemos del mundo y creamos el nuestro…
No sé su nombre… pero lo amo. Como creo yo, que se debe amar…
Apasionadamente, sin reservas, sin posesiones ni ataduras… Libres.
Lagarta