En Latinoamérica tenemos un peculiar sentido del humor, y a veces éste se da de manera involuntaria, más cuando hablamos de carteles o letreros que se encuentran en distintos países, es en esas expresiones que podemos encontrar verdaderas joyas del humor latino.
Estos tipos de carteles muchas veces mezclan muy bien las costumbres del
lugar con frases dignas de cualquier programa de comedia.
Seguramente cualquiera que haya viajado a cualquier rincón de América o
de México, se habrá topado con uno de estos letreros que son un chiste
involuntario.
Lady Godiva, en los principios del siglo XI) fue una dama sajona famosa por su belleza y u bondad casada con Leofric (968–1057), conde de Chester y de Mercia y señor de Coventry. Su nombre anglosajón Godgifu ó Godgyfu quiere decir gift of God («regalo de Dios»); Godiva es la versión latina del nombre. Esta dama, compadecida de los sufrimientos y apuros de sus vasallos, a los que su marido esquilmaba con tributos abusivos, se solidariza con ellos. Construyó junto a su esposo el monasterio de Coventry. Es destacable la buena administración de su marido.. Cuando la ambición se apoderó de su esposo, ella le pidió que rebajara sus impuestos. El conde accedió, pero con la condición de que Lady Godiva recorriese Coventry a caballo, sin más vestidura que su largos cabellos. La dama así lo hizo, no sin antes acordar con sus vecinos que estos se encerrarían en sus casa para no perturbarla en su desnudez. El día elegido Lady Godiva se paseó desnuda por el pueblo, montada en su caballo, mientras todo los vecinos de Coventry permanecían en sus casas encerrados y con las ventanas cerradas.La leyenda, que según los historiadores puede estar basada en una historia real —al menos parcialmente—, finaliza aclarando que Leofric, conmovido por el gesto de su esposa, cumplió su promesa y rebajó los impuestos. El origen del «mirón» [editar]Todos los ciudadanos, menos un sastre, se encerraron en sus casas. Es a este sastre al que la tradición inglesa llama Peeping Tom (es decir, «El mirón Tom») pues no se pudo resistir de ver a su señora desnuda ni de jactarse de ello posteriormente. Tal actitud le costó el repudio total de todos sus vecinos, quienes desde entonces, lo sometieron a un completo ostracismo. Además, la expresión pasó a designar en el idioma inglés a quien en castellano se llama mirón y en francés voyeur. Gracias a la admnistración de Leofric, el pueblo fue creciendo hasta convertirse en un centro importante de la region. Pero poco a poco la ambición fue apoderándose de Leofric.Mientras tanto el espíritu humano con el que contaba Godiva, le permitió tener más contacto con la gente. Fue así como ellos fueron sintiendo más afecto y respeto por ella.
Hay una especie de estupor –irritado
estupor– en la cúpula de la FIFA, que controla el gran negocio del
futbol mundial. La Copa Confederaciones, que ocurre en Brasil, debería
ser, además de una prueba para el Mundial que el país abrigará dentro de
un año exacto, un gran escaparate para que la entidad haga lo que más
sabe hacer: negocios millonarios, con toda su consecuente carga de
corrupción.
En un aspecto, el plan resultó: los ojos de medio mundo están puestos
en Brasil. Todo lo demás resultó en un desastre. No por coincidencia,
la apertura del torneo coincidió con el más espectacular brote de
manifestaciones populares de los últimos casi 30 años en el país de
Pelé, Garrincha, Rivelino, Sócrates, Zico y una vasta congregación de
genios del futbol.
La FIFA aparece en rol protagónico en las marchas populares, pero
como blanco de protestas. Patrocinadores tanto de la Copa como el
Mundial del año que viene, como las automotoras Hyundai y KIA, se dan
cuenta, asombradas, de cómo sus revendas son destrozadas por turbas
enfurecidas.
No se trata de destrozar como protesta por la calidad de
sus coches, pero por patrocinar a los torneos.
Joseph Blatter, el presidente de la FIFA que logró zafarse de las
acusaciones –y de las pruebas contundentes– de corrupción aguda,
argumentando que los estatutos de la entidad, cuando de los delitos, no
preveían punición para corruptos, no logró zafarse de los abucheos
cuando su nombre fue anunciado en el juego de apertura formal de la Copa
Confederaciones.
Y se dio cuenta de que la cosa iba en serio cuando manifestantes
enfurecidos empezaron a intentar bloquear los estadios, exigiendo que la
policía militar de diferentes estados brasileños hiciese gala de su
capacidad de salvajería. Blatter vio como los hoteles donde se alojan
selecciones extranjeras fueron blanco de protestas, y como varios buses y
automóviles, por el simple hecho de ostentar la credencial de la FIFA,
se transformaron en blanco de furia.
No por acaso el presidente de la institución que controla el fútbol
–y la vasta, infinita gama de intereses millonarios que la cercan–
abandonó súbitamente el país y voló hacia Turquía, con la frágil excusa
de que iba a prestigiar la inauguración de un torneo menor promovido por
su institución.
El regreso de Blatter estaba previsto para esa madrugada, en un vuelo
fletado de Turquía para Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, el
estado que tiene la tercera mayor economía del país y donde se disputa
hoy por la tarde la semifinal entre Brasil y Uruguay. El cappo di tutti cappi del futbol mundial exigió –y fue atendido– un esquema especial de seguridad, a ser propiciado por las autoridades públicas.
Sobran razones para tanto cuidado: la FIFA y el Mundial del año que
vienen ocuparon lugar de destaque en las multitudinarias, y muchas veces
violentas, manifestaciones que copan las calles del país. El prepotente
e impertinente ‘patrón FIFA’ de exigencia pasó a ser exigido, en las
calles, para programas de salud, educación y transportes públicos. La
FIFA logró alterar puntos de la legislación nacional, logró que el
Estado brasileño se comprometiese con todas sus exigencias, y algo más.
El problema es que ese algo más no estaba en sus planes.
Cuando decía exigir ‘patrón FIFA’ para todo, los mandamás del deporte
seguramente no esperaban que las manifestaciones populares pasasen a
exigir, en las calles, el mismo ‘patrón FIFA’ para hospitales, salud,
transporte, seguridad pública. Y que la sigla de la institución se
transformase , en las consignas populares, sinónimo de denuncia de obras
sobrefacturadas, corrupción, desvío de recursos públicos. Ahora, cuando la Copa Confederaciones entra en su etapa final –ya estamos en las semifinales– el cappo Blatter, reunido con sus asesores, esperaba hacer el balance de ese ensayo para lo que deberá ocurrir dentro de un año.
Seguro lo hará. Pero hay ingredientes inesperados a la hora de analizar el resultado de la receta.
Por ejemplo: no había la perspectiva de humo de las bombas de gas
lacrimógeno lanzadas por la policía en los alrededores de los estadios,
porque nadie esperaba que por todo el país brotasen manifestaciones
multitudinarias. Nadie podía esperar que los patrocinadores ocultaran
sus marcas para preservarlas de la ira de los manifestantes. Ayer, en
Belo Horizonte, una revenda de la Hyundai ostentaba un cartel: ‘Somos a
favor de cambios, pero sin violencia’. Es que en la última
manifestación, al ser identificada como patrocinadora de la FIFA, la
tienda fue destrozada. Resultado: 500 mil dólares de pérdidas.
Hay más disgustos para Blatter y su grupo. Faltando un año para el
Mundial, quedó evidente que falta mucho, muchísimo por hacer. Ahora
mismo, se constató que solamente seis de los doce estadios donde se
disputará el Mundial están listos. La FIFA exige, creyendo que todavía
puede exigir, que estén listos hasta el fin del año.
Un nalgoncito carioca jugando a las manitas calientes.
Además, está la calidad del césped de las canchas. Preocupadas por
los agujeros que surgen a cada tanto – y que pueden causar traumas
físicos violentos en los jugadores – varias selecciones han protestado.
El estadio de Brasilia, uno de los más caros del mundo, dedicó unos
cinco millones de dólares solamente al césped, que no resistió siquiera
al partido inaugural. En el legendario Maracaná, reformado a un precio
de 600 millones de dólares (atención: reformado, no construido), el
césped aguantó con más dignidad. Solo se reveló desastroso al segundo
partido.
Un dato curioso: en el intervalo de los partidos disputados en el
Maracaná, diligentes funcionarios recorrían la cancha con de latas
de espray verde para cubrir los vacíos y no dejar que la televisión
enseñase la verdad.
Las comunicaciones de internet y celulares de la nueva generación, la
4G, son frustrantes. Faltan locales de alimentación, y cuando los hay,
falta comida. Los ingresos vendidos por internet se duplican, o sea,
gana quien llega antes. Los hoteles multiplicaron sus precios por tres.
El traslado hacia los estadios carece de organización, y cuando se
organiza, tropieza con las manifestaciones callejeras. Hay al menos
cinco casos en que buses de la misma FIFA han sido impedidos de llegar a
los estadios por las brigadas de la policía militar destinadas a
impedir el paso de manifestantes.
A esta altura, Blatter ya sabe de todo eso, y más de uno, en el
gobierno brasileño, estará arrepentido de haber abrazado el sueño de
Lula da Silva, futbolero radical, de abrigar un Mundial en Brasil.
Se esperaba que la Copa Confederaciones fuese una prueba para la
estructura armada para recibir a un Mundial. Lo que se comprobó es que
miles de millones están siendo destinados a algo que poco o nada dejará
al país. A menos, claro, que Brasil logre el milagro de salir campeón en
2014.