sábado, 10 de enero de 2015

La ventana

Esto sucedió hace unos años, por abril o mayo del 2012, y, antes de contar la experiencia principal, debo contar un par de cosas acerca de mí.

Yo soy de un pueblo (de Michoacán, para ser exactos) y se llegan a escuchar muchas anécdotas e historias paranormales entre la gente ya adulta. Obvio la gente de ciudad muchas veces (no siempre) somos más escépticos. En mi caso, durante mi niñez, llegué a ver un par de cosas muy extrañas que ahora que tengo más uso de razón, me parecen sombrías. Cuando era un niño de 5 o 6 años, llegué a ver siluetas con forma humana en el departamento del DF donde vivía y, de igual manera, en el pueblo de donde soy yo. Posteriormente, a la edad de 8 o 9 años me pasó algo aún mas raro: vi cómo se movían o me hacían gestos un par de imágenes religiosas (en calendarios o pósters)... aún así, nunca le presté atención e incluso me sentí un poco crédulo. De hecho, recordarlo en mi etapa de adolescente me hizo sentir aún mas tonto y nunca lo conté públicamente...

¿Pero esto qué tiene que ver con lo que voy a contar? Simplemente son mis antecedentes. En mi etapa de adolescente me hice muy escéptico ante todo esto e incluso llegue a olvidar los acontecimientos de mi niñez, hasta que llego una madrugada de sábado (lo recuerdo muy bien, porque era mi época de universitario). Yo estaba sobre mi cama, con un foco prendido en mi habitación y en mi computadora portátil revisando unas cosas. Para esto, debo de hacer hincapié en dos cosas muy importantes: yo duermo en un segundo piso y mi cuarto da a un jardín, por lo que hay una distancia considerable de 4 metros entre mi ventana y el suelo; el segundo punto es que, antes de lo que les voy a platicar, yo solía dormir sin cortinas en mi cuarto, ya que en esa época me gustaba ver en ocasiones la luna a ciertas horas. En fin, eran aproximadamente la una o dos AM y yo la verdad estaba muy clavado en mi computadora. Entonces, escuché un sonido proveniente de mi ventana. Fue un toc toc muy claro que solamente escuché una vez. Yo, sin malicia y con mucha naturalidad, volteé (fue mi reacción natural) y lo que vi fue una mano de cierta manera humana y todavía con forma de puño, como si fuera a volver a tocar, y, tras ella, vi la silueta de un rostro que ya no alcancé a distinguir, pues era mas oscuro. Esto me sacó un escalofrío y, antes de digerir lo que acababa de ver, mi mente actuó por instinto natural. Hice tres cosas: me paré de la cama sin volver a voltear a aquella ventana, apagué la luz de mi cuarto y salí sin voltear. Dormí en mi sala.
 
Quizá esta historia resulte similar al juego de la ventana que se ha estado haciendo popular en Internet (nota del editor: pronto publicaremos cómo se juega).
 
Desde ese entonces, no duermo sin antes cerrar mis cortinas y muchas veces evito trabajar en mi cuarto a altas horas de la noche. Conté lo ocurrido a mi madre unos meses después. Ella me respondió que muchas veces no le gusta estar sola en mi casa, pues ya había escuchado en un par de ocasiones en plena tarde unos golpecitos provenientes de una puerta de cristal que está en el piso de abajo, que da al jardín de la casa.