Por instinto el ser humano necesita comer, dormir y ser cruel. Sí, ser cruel. Desde chico ya desarrolla esa cualidad al punto que en algunos se termina convirtiendo en un don. Tal es así que en mi barrio la moda era pararse al lado de un cajero automático, esperar a que alguien entre y cuando terminaba de escribir la clave salir corriendo al grito de “Ya tengo la clave, ya tengo la clave”. No tenía ningún fin, más que ser cruel.
Y en un pueblito perdido, cerca de Puente Alba también eran muy crueles.
Al final del curso de Samurai el maestro de los maestros Ang Yeng hacía una demostración con su sable para que todos vean lo que no iban a ser capaces de hacer nunca. La muestra del ciego Ang Yeng se volvió uno de los acontecimientos más esperados del “Dojo Oscar – También arreglamos aire acondicionado” no por la habilidad de Ang Yeng sino porque en vez de sable, por pura crueldad, le daban un sable-paraguas que habían comprado en Tienda Kitsch y así durante los 45 minutos de muestra todos se descostillaban de risa viéndole mover el paraguas de un lado para el otro hasta que se le abría. Entonces, el maestro cerraba el espectáculo diciendo: “Por décimo año consecutivo he roto el sable haciendo que su punta se abra como una flor”.
Al final del curso de Samurai el maestro de los maestros Ang Yeng hacía una demostración con su sable para que todos vean lo que no iban a ser capaces de hacer nunca. La muestra del ciego Ang Yeng se volvió uno de los acontecimientos más esperados del “Dojo Oscar – También arreglamos aire acondicionado” no por la habilidad de Ang Yeng sino porque en vez de sable, por pura crueldad, le daban un sable-paraguas que habían comprado en Tienda Kitsch y así durante los 45 minutos de muestra todos se descostillaban de risa viéndole mover el paraguas de un lado para el otro hasta que se le abría. Entonces, el maestro cerraba el espectáculo diciendo: “Por décimo año consecutivo he roto el sable haciendo que su punta se abra como una flor”.