foto de archivo no feik
De osos, caballos, perros, vacas, mapaches y hasta de un humano, pero los investigadores que han analizado el ADN de pelos atribuidos al Yeti, el Bigfoot (Pie Grande), el Sasquatch u otras supuestas criaturas legendarias no han hallado ningún rastro de estas bestias míticas que algunos creen que deambulan por la naturaleza.
Las quejas de los testigos de cientos de avistamientos en el Himalaya, en Rusia o en los bosques de América del Norte de que la ciencia nunca ha tomado en serio sus afirmaciones llevó a un grupo de investigadores a llevar a cabo un riguroso inventario de las muestras de pelo atribuidas a estos supuestos seres monstruosos. Nunca ha podido ser autentificado ningún cuerpo ni ningún fósil.
«Para arrojar un poco de luz sobre este tema tan dudoso, hemos llevado a cabo un análisis sistemático de muestras de pelo atribuidas a estas criaturas», explican Bryan Sykes, profesor de genética humana en laUniversidad de Oxford, y su equipo.
En mayo de 2012, estos investigadores pidieron a los museos y colecciones privadas susceptibles de contar con pelos del Yeti para que se los cedieran para este estudio que han realizado con la colaboración del Museo de Zoología de Lausana, en Suiza. Han recibido 57 en total.
Una vez descartadas las fibras de vidrio o de sustancias vegetales, los científicos seleccionaron 36 muestras «en razón de su origen y su interés histórico» y han tratado de analizar su perfil genético.
Se las arreglaron para extraer el ADN de treinta muestras para compararlas con el genoma de especies conocidas. Nada de Yeti, de Almasty -su equivalente ruso- o de Bigfoot, pero sí de animales de todo pelaje: numerosos osos y caballos, así como algunas vacas y cánidos (lobos, perros o coyotes).
Los investigadores han identificado también pelos de mapache en una muestra enviada desde Arizona y, más sorprendentemente, de otra recogida en Rusia, un país que no forma parte del hábitat natural de este animal.
Un mechón de pelo recogido en Texas pertenece a un ser humano, probablemente de origen europeo por parte de madre.
Un oso desconocido
Los genetistas no han encontrado al Yeti, pero los pelos les han puesto sobre la pista de una nueva especie animal. Dos muestras -una de la región de Ladakh, en India, y otra de Bután- «corresponden al 100% con el ADN de un fósil de oso polar (Ursus maritimus) datado hace más de 40.000 años», durante el Pleistoceno, afirman.
Según el estudio, la primera de las muestras, de color «marrón-rojizo», fue tomada a una alta altitud (alrededor de 3.200 metros) en un bosque de bambús en Bután, un lugar calificado de «nido de migyhur», el equivalente al Yeti en este pequeño país del Himalaya.
La segunda, de color «rubio-dorado», proviene de un animal muerte hace unos cuarenta años por un cazador en Ladakh, al otro lado del Himalaya.
«Incluso aunque hay algunas zonas de osos blancos en Asia central y en el Himalaya, es más probable que estos pelos pertenezcan a una especie de oso desconocida hasta ahora, o a una variedad de oso polar de diferente color, o incluso de híbridos de osos polares (U. maritimus) y osos pardos (Ursus arctos)», consideran los investigadores. Creen necesario de todas formas proceder a análisis genéticos más exhaustivos para determinarlo y no descartan una expedición a la zona para observar este misterioso oso.
«Si se trata de híbridos, los especímenes de Ladakh y de Bután descienden probablemente de una cepa aparecida en los inicios de la diferenciación entre osos pardos y osos polares», precisa el estudio, publicado este miércoles en la revista británica Proceedings de la Royal Society B.
«Si esos osos se distribuyeron por todo el Himalaya, podrían haber contribuido a fomentar la leyenda del Yeti, particularmente si, como afirma el cazador que mató al especímen en Ladakh, tienen un comportamiento más agresivo frente a los humanos que las especies locales conocidas», escriben los autores.
El mito del Yeti, a menudo descrito como una bestia mitad hombre mitad animal, se ha nutrido con fotografías de huellas gigantes en la nieve, tomadas por el alpinista británico Eric Shipton durante su expedición al Everest en 1951.