10 de Noviembre de 2014.- Ayer, Alemania celebró la caida del muro de Berlin,
"La Friedrichstrasse" que cruza "Unter den Linden" y el canal del río Spree
no es aun hoy lo que fue a principios del siglo XX, la única calle
europea que competía con Times Square en tráfico peatonal y rodado. Pero
es ya otra vez una gran calle europea de luces, ruidos y bullicio. Hay
que tener la mirada muy avisada para descubrir tras la gran estación del
mismo nombre, unas escaleras cubiertas que bajan a lo que hoy es, en un
gran semisótano, el museo del «Grenzgang», del «paso de fronteras». Suena allí hoy aquello de «frontera» tan absurdo e irreal
como un puente en medio del mar. Y nadie podría adivinar que allí estuvo
durante casi tres décadas el nudo sentimental y emocional de Alemania.
En aquellas instalaciones paralelas a la estación Friedrichstrasse,
con compuertas, pasillos, juegos de espejos y rejas con pinchos, se
producían a diario tremendas escenas de drama y desconsuelo entre
quienes se iban y quienes se quedaban. Allí se consumaban rupturas, reencuentros y separaciones
unas fugaces, muchas temporales y también definitivas. Allí estuvo
durante todos los 28 años de existencia del Muro de Berlín, el túnel
vigilado que lo atravesaba, por el que el poder comunista regulaba, con
cuentagotas, los contactos humanos entre las dos partes de la Alemania
demediada por la Guerra Fría.
Dos Alemanias que entonces se separaban rápidamente por un abismo cada
vez mayor en desarrollo, bienestar, información y libertad. Era el escenario y el símbolo a un tiempo del desgarro
alemán. El Palacio de las Lágrimas lo llamaban. Estaba cerca del Palacio
Admiral en el que se produjo el acto político que iba a consumar una
larga tragedia, el del secuestro comunista de las regiones orientales de
la Alemania derrotada. En el Admiral se obligó, por orden de Stalin,
que los socialdemócratas del SPD en la zona oriental se unieran a los comunistas del KPD en el Partido Socialista Unificado. Que por supuesto fue comunista. Las quejas no eran recomendables. Se desaparecía. El 22 de abril de 1946 con Berlín aún siendo un mar de escombros. Stalin dejaba
ya claro que en la parte de Alemania ocupada por el Ejército Rojo se
impondría un régimen obediente a Moscú. Ya no había que simular nada.
Dos años más tarde, en 1948, se imponían los comunistas en todos los
países que habían sido «liberados» por las fuerzas de Stalin. Tan solo
tres años de frágil esperanza de libertad. La ocupación nazi que había devastado Centroeuropa hacia
sitio no a la democracia sino a una ocupación soviética. En Polonia,
Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria se imponían los comunistas
obedientes a Moscú. Tan solo en Yugoslavia, un Josip Broz «Tito»,
envalentonado por su propia leyenda, negaba obediencia a Stalin y
protagonizaba la primera ruptura en la hasta entonces marmórea unidad
comunista internacional bajo Stalin. Muchas ejecuciones habría de causar
la purga estaliniana de «titoistas» reales o inventados, en toda la
región.
El puente aéreo
Alemania fue dividida en 1945 en cuatro partes por las
potencias vencedoras. Pronto quedó claro que solo había dos, una con los
sectores americano, francés y británico y otra la soviética. Y dentro
de ese sector soviético de la Alemania dividida, que se habría de
convertir en la República Democrática (RDA), en medio del mismo como una
isla, la capital Berlín dividida a su vez en cuatro partes y a la
postre en dos, la occidental democrática y la comunista. En 1948 cuando
la Guerra Fría viene a hacerse oficial, Stalin hace su primer pulso a
las potencias occidentales. En reacción al anuncio de la creación de la República
federal, Moscú pone en cuestión el estatus internacional de la ciudad y
bloquea todos los accesos y suministros terrestres. Habría sido difícil
convencer a la opinión pública norteamericana de que volviera a la
guerra, esta vez contra la URSS, para defender la libertad de quienes
hasta hacía tres años habían sido su mortal enemigo. Pero el presidente Harry Truman era consciente de que si Stalin lograba echar a los aliados occidentales de Berlín, toda Alemania caería en manos soviéticas. La idea de tener a las fuerzas del Ejército Rojo en
el Rhin y a horas de París era una pesadilla. Por eso se emprendió una
operación sin precedentes. Un fuente aéreo de más de 272,000 vuelos
durante 321 días alimentó a toda la ciudad hasta que, admitido el
fracaso, Stalin abrió el tráfico a la ciudad sitiada.
El Tercer Reich, ese Imperio que iba a durar mil años según
los planes de su fundador Adolf Hitler, apenas superó los doce. Su
apoteosis final se consumó no lejos de la Friedrichstrasse. Su paralela,
la Wilhelmstrass, tenía algunas de las principales direcciones
oficiales del Estado nacionalsocialista. Aparte de ministerios como
Exteriores, estaba allí, construido sobre el solar de una razonable
cancillería imperial de Otto von Bismarck, el colosal edificio
construido por Albert Speer para el Führer, la Reichskanzlei. Era
símbolo, lleno de brutal energía, columnas y mármol, del poder emergente
y oficialmente eterno aun en 1938. Con su búnquer en los jardines, en
el que pasaría los últimos agónicos meses antes de quitarse la vida el
30 de abril de 1945, con los soldados soviéticos ya en calles aledañas.
Estallido de protestas
Esa cancillería como otros muchos edificios del devastado
barrio oficial entre la Puerta de Brandenburgo y la estación de
ferrocarril Anhalter, que desapareció de la faz de la tierra, habría de
quedar a partir de agosto de 1961, en un limbo urbano inalcanzable, no
urbanizado hasta el año milagroso de 1989. Porque el muro que atravesaba
el centro, aislando las tres zonas de Berlín ocupadas por americanos,
franceses y británicos —los sectores occidentales— no era un simple
muro. Era una amplia franja de terreno entre dos muros paralelos, en la
que había minas, alambradas de espino, fosos, carretera para patrullas,
instalaciones de perros, mecanismos de disparo automático y torres de
vigilancia. En unas partes de la ciudad la franja tenía dos o tres
centenares de metros de ancho y en otras siete u ocho. La siguiente crisis estalló el 17 de junio de 1953. Los
obreros que construían las viviendas de la avenida Stalin en el este de
la ciudad se rebelaron aquel día contra nuevas exigencias laborales de
las autoridades comunistas. Y lo que empezó como un conflicto laboral
muy localizado se convirtió en horas en la mayor manifestación
anticomunista desde el final de la guerra. Stalin había muerto el 5 de
marzo. Pero quienes pensaron que eso podía cambiar actitudes en Moscú se
equivocó. La lógica de Stalin funcionó sin él aún mucho tiempo.
Los tanques soviéticos, cuya presencia en la región era
masiva, aplastaron con decenas de muertes aquella protesta obrera
convertida en levantamiento nacional. El de Berlín este fue el primera
levantamiento anticomunista con eco que se produjo en los países
conquistados por Stalin en su guerra contra Hitler. Aunque ese mismo año
ya se produjeron en Polonia y muy pronto habría de surgir, de forma muy
traumática, el levantamiento de Hungría de octubre de 1956 y sus ecos
polacos. Un año antes se había producido un hecho insólito que hizo
disparar las expectativas de muchos. Austria, que había estado dividida
igual que Alemania, con Viena a su vez también dividida como Berlín,
lograba que las cuatro potencias vencedoras firmaran su Tratado de
Estado a cambio de «eterna neutralidad». Y por primera vez en la
historia, el Ejército soviético abandonaba un país, Austria, cuya parte
oriental había conquistado en guerra contra el nazismo.
Antagonismo ideológico
Pero en Alemania no había neutralidad. La República Federal
de Alemania, dirigida por Konrad Adenauer, se había comprometido
firmemente con las potencias occidentales e ingresaba en la OTAN.
Su democracia liberal no tendría nada que ver con la dictadura
comunista del «otro lado». La economía social de mercado, con su
elemento socialcristiano, era lo contrario que el dirigismo soviético de
los planes quinquenales. Y las dos Alemanias, que se habían puesto a
andar al mismo tiempo, se convirtieron así para todo el mundo en un
inmenso campo de pruebas en el que verse la competencia de dos sistemas
en una misma sociedad desarrollada. El resultado no tardó en ser evidente. Nada más limpiarse
las escombreras en que la guerra había convertido las ciudades alemanas,
los alemanes occidentales se dejaron cautivar por un frenesí
emprendedor y laborioso que pronto habría de llamarse el Milagro
económico. Sobre los efectos de la Reforma Monetaria de Ludwig Erhard en
1948 que había introducido el marco alemán, DM, la década de los años
cincuenta registra un espectacular crecimiento de la producción, la
economía y del bienestar. Los fondos del Plan Marshall que
Estados Unidos lanzó para la recuperación de una decena de países
europeos afectados por la guerra, fueron ante todo a Francia y al Reino
Unido, pero la parte que llegó a Alemania tuvo también un gran efecto
positivo muy visible.
Telón de Acero
Mientras, la parte de Alemania ocupada por los soviéticos
apenas se movía. Sus dirigentes que habían fusionado por dictado
moscovita a los dos partidos de izquierda SPD y KPD para crear el
Partido Socialista Unificado (SED) fueron relevados por Walter Ulbricht,
un comunista inflexible entre los fundadores del partido comunista KPD
en la República de Weimar que había logrado sobrevivir doce años en la
emigración soviética. Lo que habían logrado pocos sin sucumbir a las
purgas. Alemania oriental se vio aplastada por regulaciones, ukases y
otras órdenes de Moscú volcadas en las grandes industrias y en el
control total del enemigo ocupado. La mayor parte de la industria pesada había sido
desmantelada y trasladada a Moscú como reparación de guerra. La frontera
a lo largo de las dos Alemanias ya se había fortificado y era
impermeable. Como ya había anunciado en su viaje a EE.UU. en 1946
Winston Churchill, un telón de acero había caído sobre Europa desde el
Báltico al Adriático. Había una frontera totalmente cerrada a lo largo
del frente entre las dos grandes potencias e ideologías. ¿Totalmente? No. El telón de acero tenía un inmenso
agujero. En Berlín. Era toda la linea que separaba al sector soviético
de los otros tres sectores, de norte a sur. Pese a las trabas
administrativas y policiales, la ciudad abierta permitía que muchos
trabajaran en un sector en el que no vivían. Trabajo bueno había en el
oeste. Y cada vez eran más los que no volvían. Muchos para coger los
aviones que comunicaban a diario a la isla de Berlín Oeste con Alemania
occidental. Por ese agujero votaban los alemanes orientales a los que
habían impuesto la dictadura. Votaban libertad. Votaban bienestar. Y
votaban con los pies, como solía decirse. A lo largo de los trece años
desde la reforma monetaria, Alemania oriental se desangraba.
El precio de la libertad
El agravio comparativo entre las dos partes de Berlín y
comunicado por el boca a boca diario del tráfico humano resultaba
demoledor para la Alemania socialista. En 1961 la situación era ya
dramática. Y un Nikita Jruschov
con problemas propios internos no se podía permitir una RDA en la que
pronto no quedaría mano de obra cualificada y amenazaba con el colapso.
Ulbricht, agente del Komintern en España, burócrata inmovilista que
saboteaba la desestalinización del propio Jruschov, estuvo más que
dispuesto. Célebre es su frase un día antes de la construcción el 13 de
agosto de 1961 de "nadie tienen intención de construir un muro". Aquella madrugada hubo un inmenso despliegue policial y
militar. Se cerraron las calles, se cegaron las alcantarillas, se
prohibió el tráfico. Y un ejército de obreros en camiones llegaron al
centro de la ciudad a cerrar herméticamente el sector soviético de los
demás. No era tan fácil. Los límites atravesaban edificios y hasta
viviendas, los canales y la amplia red de metro y de tren suburbano que
distingue a Berlín desde el arranque del siglo XX. Hubo escenas
escalofriantes. Tragedias. Muertos por disparos. Por suicidio. Muchos
aprovecharon la confusión aquellos días para salir a través de una
frontera aún imperfecta. Y durante toda la existencia del Muro hubo
intentos logrados o no, de romper y burlar esa frontera. Cerca de mil muertos dentro de la ciudad son testimonio de
ello. A lo largo de los años el muro se sofisticó, se amplió con «la
franja de la muerte» como la llamaban. Y hasta el 9 de noviembre de
1989, ese muro fue símbolo de la Guerra Fría pero ante todo del fracaso
de un sistema de gobierno basado en la represión y el terror, en el
fracaso de la segunda ideología criminal que tras el nacionalsocialismo,
había arraigado y sembrado la tragedia en suelo alemán. Crucé decenas de veces el muro, sobre todo por el "checkpoint charlie" que era para diplomáticos y personas acreditadas
ante el gobierno de la RDA. Que era más cómodo que el Palacio de las
Lágrimas. Estuve acreditado ante ambas Alemanias y también en Polonia,
el país responsable de iniciar con su valentía y calidad moral los
cambios que arrastraron al Muro, a sus constructores y a su ideología,
al basurero de la historia y a todos los pueblos centroeuropeos a
liberarse.
Un cuatro de siglo después, no están por supuesto igual
todos los países implicados en aquella maravillosa gesta del siglo XX
que fue la revolución democrática de 1989. Pero todos recuperaron
entonces su libertad para vivir y equivocarse ellos en democracia.
Millones vertimos lágrimas en todo el continente, secuestrado por el
crimen nazi y comunista, y ya felizmente recuperado. Muy distintas que
las de los lloros del desgarro en la Friedrichstrasse. Marcaron el año
en que más felicidad se pudo gozar en todo ese siglo terrible anegado de
dolor y sangre. Por la experiencia de la libertad triunfadora sobre la
oscuridad y el miedo.
Libia.-Derrocan a Gadafi un 25 de Agosto del 2011, acusado de crimenes de lesa humanidad y desaparición forzada de civiles.
Tunez.- Zine El Abidine Ben Ali abandonó el pais debido a una serie de protestas en la cual lo acusaban de robo e ingreso ilegal de armas a la República Tunecina.
Ucrania.- Derrocamiento de Viktor Yanukovich, febido a la suma de protestas en Marzo del 2014 que culmino en la capital de Kiev con miles de muertos, acusado de echar abajo un acuerdo de que ucrania fuera de la UE (Unión Europea) fue destituido y posteriormente echado del pais para darse refugio en Rusia.
Paragüay- Destitución pacifica hecha por el congreso de la unión contra el Presidente Lugo por la muerte de 6 policias y 11 campesinos el mismo partido echo fuera al presidente.
Perú.- Destitución y posteriormente encarcelamiento por crimenes de lesa humanidad y corrupción cuando era presidente, encarcelado a 25 años, actualmente preso.
México.- Muerte de 43 estudiantes, actualmente se hacen protestas que traen en jaque al gobierno mexicano, pidiendo la renuncia de Enrique Peña Nieto.
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