Aunque, por supuesto, escuchar a Mozart es casi una experiencia sobrenatural, el mito de que escuchar música clásica te vuelve más inteligente es falso. El mito sobre que hacerlo puede aumentar tus capacidades intelectuales (lo que se llama “el efecto Mozart”) surgió en el año 1990, cuando un experimento sugirió que los estudiantes que escuchaban a Mozart mientras estudiaban y hasta 10 minutos antes de una prueba, conseguían mejores calificaciones. Todo tipo de productos, desde libros a discos compactos sobre el tema se lanzaron al mercado, pero lo cierto es que ninguna otra prueba se llevó a cabo, el hecho parece funcionar pero sólo en determinadas partes del cerebro. Funciona con zonas referidas al rendimiento de ciertas áreas temporales, lo cual es diferente a decir que te vuelves más inteligente.
El cerebro está repleto de arrugas que le dan el aspecto de una nuez y a menudo se dice que esas arrugas son el resultado de nuevos conocimientos que se adquieren para que así, el órgano se pueda compactar y dejar más lugar, pero esto tampoco es cierto. Cuando somos engendrados, nuestro cerebro no está arrugado pero conforme el feto se va desarrollando y crece, el cerebro le acompaña. Ahí es cuando se arruga y en él se forman surcos y circunvoluciones, pero una vez se formaron y está listo nuestro glorioso órgano (a las 40 semanas), ya nunca cambian, esas marcas le acompañan a uno de por vida. El cerebro cambia su forma a medida que aprendemos y que tenemos nuevos recuerdos (plasticidad cerebral), pero ya no se arruga nunca más.
Falso. El cerebro no es completamente gris como se lo muestra en la televisión, también tiene tintes blancos, rojos y en ocasiones, negros. La gente se refiere a menudo al cerebro y le da un color grisáceo, por ejemplo, el detective Poirot de las historias de la famosa escritora británica Agatha Christie, quien siempre habló de las “pequeñas células grises” en alusión a lamateria gris del cerebro. Las historias de misterio de la señora Agatha son sensacionales, pero lo cierto es que la materia gris, que está en el cerebro y en la médula espinal, no es la única de color allí. El cerebro también tiene materia blanca, con fibras nerviosas que la conectan a la gris, sangre, que le da un tono rojizo y la llamada “substantia nigra” que en latín (sí, claro, adivinaste) significa “sustancia negra”. Ésta sustancia es negra porque contiene neuromelanina, que le da pigmentos a la piel, el cabello y demás, todo eso le da diferentes tonos al cerebro.
¡Ay si! ¡Ay si! El gobierno, las corporaciones y los medios están diciéndome qué hacer y qué comprar con mensajes subliminales...no, si eres un tonto, es tu culpa. Los mensajes subliminales existen, son una palabra, una frase o incluso una imagen que se incrusta en otras imágenes o en sonidos para que entren al subconsciente e influyan en nuestro comportamiento. En 1957, Vicary, un investigador de mercado, aseguró utilizar este método y lo llamó “mensajes subliminales”, colocó un mensaje en una propaganda en 1/3000 th de segundo y las cifras parecían demostrar que daba resultado, por lo cual se prohibió en muchísimas partes. Lo cierto es que años después se descubrió que en realidad Vicary había mentido y que nada de esto era cierto. El célebre y patético caso en el que juzgaron a los gigantes del metal de Judas Priest volvió a hacer resurgir la cuestión, pero el juez determinó que no existía prueba científica alguna capaz de demostrar que lo que los padres de los niños suicidas decían era cierto.
¡Y lo hiciste otra vez humano egoísta! Déjame decirte algo: no, tu cerebro no es exáctamente el más grande que existe. Aunque los científicos no se ponen de acuerdo al 100% sobre cuál es la definición única de lo que hace que una persona sea inteligente, sí están todos de acuerdo en que los seres humanos son los seres más inteligentes del planeta. Bien, pero con la idea de que “cuanto más grande, mejor”, que tanto le gusta a nuestras sociedades, entonces, no les resulta muy difícil razonar que los seres humanos deben tener los cerebros más grandes entre todos los animales. Pero no, no exactamente. El cerebro promedio humano tiene un peso de 1.360 kg., exáctamente igual al de los delfines, por otro lado, los cachalotes (considerados para nada inteligentes) tienen un cerebro que en promedio pesa 7.800 kg. Mientras que el cerebro de un animal tan inteligente como el de un orangután no pesa más de 370 grs. y el del un ave como el gorrión apenas 1 gr.. Las relaciones de tamaño existen, claro, somos la especie más inteligente, si, pero no tenemos el cerebro más grande.
La escena me encanta. Ya sabes, colocan al tipo maniatado en la guillotina, bajan el frío y filoso acero de golpe y ¡pam! Cae la cabeza, que sigue parpadeando y mirando a su alrededor unos cuantos segundos más como desesperado, aún con vida, aún pensante. El concepto se desarrolló durante la Revolución Francesa, cuando varios perdieron la cabeza en la guillotina. Según se relataba en las historias, Charlotte Corday fue enviada a la guillotina después de asesinar a Marat en 1793, pero cuando su cabeza se desprendió del cuerpo y hasta 30 segundos después de rodar por el suelo, cuando el verdugo tocó su mejilla, los ojos desorbitados de la mujer se lanzaron hacia él y su rostro entero tomó horribles rasgos de resignación. Muchas otras historias similares se conocen, pero lo cierto es que ésto no ocurre, en realidad son espasmos musculares, inconscientes y para nada deliberados. Pero hay algo de verdad en el mito y hoy los expertos aseguran que el cerebro entra en estado de inconsciencia 3 segundos después de desprenderse del cuerpo.
Aún no se sabe realmente qué cosas puede llegar a provocar el consumo de determinadas drogas en el cerebro. Ya vimos lo que pasa con la marihuanay ya vimos cuánto se encabrona todo con las sales de baño que te convierten en zombie y sin dudas queda mucho por saber, lo cierto es que por más drogadicto que seas, un agujero en el cerebro no vas a tener. Los científicos han aclarado la cuestión señalando que lo único que puede provocar un agujero en el cerebro es un impacto físico.
Éste es probablemente el mito más popular sobre el cerebro, pero también es falso. Es un mito bien antiguo, se remonta casi hasta el 1900, pero hoy ya ha pasado el tiempo suficiente como para dejarlo de repetir como loros. Los científicos aseguran que el cerebro humano se encuentra trabajando las 24 horas del día y durante toda nuestra vida. Que nuestro cerebro pueda desactivar determinadas zonas cuando así lo necesite y que pueda llegar a funcionar con apenas un 10% de éste activo no significa que no pueda usar más que eso. Podemos usar y mejor dicho, usamos más del 10% del cerebro la mayor parte del tiempo, así que deja de lado todos esos libritos de autoayuda de porquería que despiertan el otro 90% y bla, bla, bla...
Cortesía de Mayra Cienfuegos