En 1970 una madre compró a su hija de 20 años una inocente muñeca de
trapo que, con el correr de los días, pareció cobrar vida. Los hechos
ocurrieron en EE.UU.
Una de las presencias sobrenaturales más aterradoras que aparecen en
la película de terror “El Conjuro”, la taquillera cinta del director
James Wan basada en hechos reales ocurridos en la década del 70’ en la
casa de la familia Perron en Rhode Island, Estados Unidos, es una muñeca
diabólica llamada Annabelle. Su existencia fue totalmente verídica.
La historia de espanto de la muñeca Annabelle comenzó en 1970, cuando
una madre compró en una tienda especializada una vieja muñeca de trapo,
de la tradicional línea de productos infantiles conocidos como Raggedy
Ann, para regalársela a su hija Donna, una joven de 20 años que
estudiaba enfermería. Lo primero que hizo la muchacha, que compartía un
apartamento con una amiga llamada Angie, fue poner a la muñeca en su
cama.
Pero a los pocos días comenzaron a suceder cosas extrañas. La muñeca,
que siempre era dejada por su dueña en el dormitorio o en un sillón en
una posición horizontal y con las piernas cruzadas, comenzó a aparecer
misteriosamente en otras partes de la casa. Aparecía en el comedor, en
posición vertical o de pie, o bien arrodillada en la puerta de entrada,
como si de repente hubiera comenzado a moverse por sí sola. Para
empeorar la situación, las dos moradoras del apartamento comenzaron a
encontrar mensajes escritos en un papel de pergamino, con una letra de
niño pequeño, que decían: “Ayúdanos” y “Ayuda a Lou” (Lou era el nombre
del novio de Donna).
El siguiente incidente también fue sorprendente. Las dos amigas
encontraron a la muñeca con gotas de sangre en su pecho y sus manos, por
lo que decidieron buscar la ayuda de una médium para que hiciera una
sesión de espiritismo en el mismo apartamento. De ese modo supieron que
el presunto espíritu que animaba a la muñeca correspondía al de una niña
de siete años llamada Annabelle Higgins, quien había muerto
trágicamente hace muchos años en el mismo lugar donde vivían.
El espíritu, además, le comunicó a la médium otra cosa inquietante.
Dijo que se sentía en paz viviendo con Angie y Donna, por lo que quería
seguir viviendo en la casa bajo la forma de la muñeca. Las dos chicas,
compadecidas por la historia de la niña muerta, respondieron
afirmativamente. Ignoraban que el supuesto espíritu de Annabelle
escondía en verdad a una presencia ominosa.
La muñeca diabólica
Lou, el novio de Donna, fue el primero en sufrir las consecuencias. El joven no sólo había querido deshacerse de la muñeca desde la primera vez que la tuvo en sus manos, sino que también comenzó a sufrir recurrentes pesadillas con el juguete. Una noche, tras despertar de un mal sueño, miró al pie de su cama y vio, estupefacto, la aterradora figura de la muñeca de trapo. El juguete trepó en cuestión de segundos a su cama e intentó estrangularlo, aunque sólo consiguió desmayarlo.
Lou, el novio de Donna, fue el primero en sufrir las consecuencias. El joven no sólo había querido deshacerse de la muñeca desde la primera vez que la tuvo en sus manos, sino que también comenzó a sufrir recurrentes pesadillas con el juguete. Una noche, tras despertar de un mal sueño, miró al pie de su cama y vio, estupefacto, la aterradora figura de la muñeca de trapo. El juguete trepó en cuestión de segundos a su cama e intentó estrangularlo, aunque sólo consiguió desmayarlo.
Tras recuperar la conciencia, Lou se dirigió de inmediato a la casa
de su novia decidido a destruir a la muñeca. Pero, tras llegar y saludar
a Donna, escucharon ruidos procedentes del dormitorio de la chica, como
si varias personas estuvieran hablando allí. Al entrar no vieron a
nadie, sólo a Annabelle sentada en una esquina. En ese preciso momento
Lou se tocó el pecho transido de dolor. Cuando se abrió la camisa, que
sorprendentemente estaba empapada en sangre, descubrió que tenía siete
marcas de garras distintas, tres verticales y cuatro horizontales, que
le desgarraban la piel como si fueran quemaduras.
Convencidos definitivamente que el espíritu que animaba a la muñeca
era hostil y maligno, Donna y sus amigos se pusieron en contacto con
algunas autoridades eclesiásticas, quienes los pusieron en contacto con
Ed y Lorraine Warren. Esta pareja de investigadores paranormales llegó
de inmediato a la conclusión más obvia: El espíritu que se encontraba
unido a la muñeca no era el de una inocente niña, sino que una presencia
diabólica no humana que deseaba poseer el alma de Donna.
Los Warren, para mantener a salvo a los tres jóvenes, decidieron
llevarse a Annabelle a su casa y lo consiguieron a duras penas. En el
viaje el motor, la dirección y los frenos del auto comenzaron a fallar y
los desperfectos sólo cesaron cuando Ed Warren roció a la muñeca de
trapo con agua bendita. Ya en el domicilio de los investigadores, la
muñeca siguió dando problemas. Levitó al menos un par de veces y comenzó
a aparecer en las distintas habitaciones de la casa, incluido en el
mismo asiento de Ed Warren.
Los Warren, convencidos que la muñeca estaba embrujada por una
entidad demoníaca, contactaron al sacerdote Jason Bradford para que
hiciera un exorcismo. Pero éste, al ver a Annabelle, sólo exclamó: “Es
sólo una muñeca de trapo. No puede hacer daño a nadie”. Increíblemente,
cuando el religioso se retiró de la casa de los Warren, su auto sufrió
un desperfecto en los frenos y terminó fuera de la carretera. El cura
sobrevivió.
Encerrada en una urna de cristal
Los Warren, que en 1952 habían fundado la Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra, finalmente, hicieron construir una urna de cristal y encerraron allí a Annabelle. La muñeca llamada Annabelle nunca más volvió a moverse.
Los Warren, que en 1952 habían fundado la Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra, finalmente, hicieron construir una urna de cristal y encerraron allí a Annabelle. La muñeca llamada Annabelle nunca más volvió a moverse.
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