Una versión cuenta que aquel hombre era Jesucristo, quien quería probar la dureza de corazón de la monja; otras variantes simplemente afirman que se trataba de un pobre ser humano en sus últimos momentos. Sea como fuere, el caso es que el hombre murió poco después, y la monja se quedó con tan fuertes remordimientos, que la llevaron a la muerte de forma repentina sin haber tenido tiempo de arrepentirse.
Desde entonces se dice que una mujer con vestidura de monja aparece en el pabellón de los enfermos más graves en el hospital de San Juan de Dios llevando un vaso de agua en sus manos. La aparición se pasea por los corredores que comunican las habitaciones de los enfermos ofreciendo el vaso, lo cual causa terror a muchos. Pero aquellos que aceptan su ofrecimiento, llevan con él la recompensa de una pronta mejoría.
Al parecer, el alma de la monja pena para que todos sus errores en vida sean perdonados en la muerte y su espíritu pueda ascender al lugar donde pertenece.
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