El
judío errante es un mito del cristianismo, una leyenda que relata que
durante el penoso camino a la crucifixión con su cruz a cuestas, bajo
los latigazos de los soldados romanos, entre los abucheos de la gente,
Jesús siente sed y se detiene ante un abrevadero. Un viejo judío le
niega el agua, le da un empujón y le dice que siga andando. "Yo seguiré", le contesta Jesús, "pero tú esperarás hasta que yo regrese", y continúa su marcha hacia el Gólgota. Jesús lo condenó a andar errante por la Tierra hasta su segunda venida, hasta la Parusía.
Hasta
el siglo XIII no aparecen leyendas sobre este judío, doce siglos tarda
en formarse este mito de una espera eterna, ya que para que se cumplan
las escrituras, Jesús no volverá a la Tierra hasta el día del juicio
final.
A
partir del siglo XIII empiezan a aparecer testigos que afirman haber
visto al anónimo y errante judío y la leyenda comienza a fraguarse y a
tener veracidad. Adquiere
varios nombres, algunos misteriosos, como Cartafilo, Ashevero,
Michob-Ader, otros explícitos, como Buttadeus, Juan Espera en Dios,
Larry el caminante. Baltasar Gracián (escritor del siglo XVII), con más
precisión que oído, lo llama Juan de Para Siempre. En
los países alemanes se lo llamó "Der Ewige Jude" (el judío eterno o
inmortal) mientras que en los países de lenguas romances es conocido
como "Le Juif Errant" y "L'Ebreo Errante", la forma inglesa se inspiró
en esta última y se lo llamó "The Wandering Jew".
Posiblemente el nombre más antiguo es el que aparece en una de las "Cartas eruditas y curiosas"
(concretamente en la carta 25 del segundo tomo) del padre Feijoo
publicado en 1745 en la que se cita a Mateo de París, obispo e
historiador benedictino que en el año 1229 afirmó que dicho judío
existía, se llamaba Catafilo, y se encontraba entonces por Armenia. El
padre Feijoo niega veracidad a la historia, considerándola de
invención reciente y como precedente de esta leyenda, señala la
conservación del profeta Elías sobre la tierra hasta el fin del mundo.
Jacob Basnage, autor protestante, en su "Historia de los judíos", cuenta que hay exactamente tres judíos errantes:
- Samer o Samar: judío errante condenado a vivir siempre, y a vagar, por haber fundido el becerro de oro en tiempo de Moisés.
- Catafito o Catáfito: habría sido una especie de guardia de la puerta del pretorio de Poncio Pilatos. Cuando sacaron a Cristo de dicho pretorio para crucificarle, para que saliese más prontamente y evitar la aglomeración o el bullicio, le dio un empujón en la espalda, a lo cual Cristo, volviendo el rostro, le dijo: "El hijo del hombre se va, pero tu esperarás a que vuelva". Se trata de una profecía del mismo Cristo, por la que este judío no había de morir hasta que Cristo volviese a juzgar vivos y muertos. Cada cien años sufría enfermedad y angustia de muerte, pero luego sanaba y se rejuvenecía hasta los treinta años, edad que tenía cuando Cristo murió.
- Ausero: zapatero de Jerusalén que echó de un empujón a Cristo del quicio de su puerta cuando el Señor se detuvo allí a descansar camino del Calvario, diciéndole: "Despacha, sal cuanto antes; ¿por qué te detienes?". Cristo le respondió: "Yo descansaré luego, pero tú andarás sin cesar hasta que yo vuelva" (algunos han añadido: "hasta que no nazca niño alguno" o "hasta que la mujer deje de parir"). Desde aquel momento empezó el cumplimiento del vaticinio, siempre andaba peregrinando, sin parar en provincia alguna. Representaba la edad de cincuenta años, y prorrumpía en frecuentes gemidos por la tristeza que le causaba la memoria de su delito. De este se dice que fue visto en el año de 1547 en Hamburgo.
El 9 de junio de 1564, el anónimo autor de la "Kurtze Beschreiburg" o "Crónica corta",
asegura haber visto al judío errante en Schleswig. Relata que es un
hombre alto y de cabellos largos, que las plantas de sus pies tienen
callos de dos dedos de espesor, y que habla buen castellano porque ha
vivido en Madrid. Tiene mujer e hijos que lo acompañan en su recorrido a
lo largo del tiempo. Su gran pecado es que ha ofendido al hijo de
Dios, su castigo, viajar para siempre. A
fines del mismo siglo XVII apareció en Inglaterra otro judío errante,
que pretendía tener mil setecientos años de edad y haber sido
empleado en el tribunal de Jerusalén, cuando Jesús fue condenado a
muerte. En aquella ocasión arrojó bruscamente del Pretorio al Señor,
diciéndole: “fuera, fuera, ¿porqué estás aquí?” A lo cual Jesús respondió: “Yo me voy; pero tú andarás hasta mi venida”.
Aseguraba que había conocido a todos los apóstoles, y que se acordaba
de su fisonomía, de su voz, de su vestido. Había recorrido todos los
pueblos de la tierra, y no cesaría de andar errante hasta el fin de
los siglos. Pretendía curar a los enfermos, con sólo tocarlos, hablaba
muchas lenguas, y discurría sobre puntos de historia con tanta
exactitud, que dejaba admirados a cuantos le oían.
Para
el cristianismo, la figura de un judío pecador condenado, forzado a
recorrer el mundo sin esperanza de descansar en paz, impresionó y caló
en la tradición y literatura popular y surgieron variantes de la
leyendas, supuestas apariciones, diversos nombres. Aún
en el los últimos tiempos se escriben novelas con referencias al judío
errante o personajes basados en él o que pueden recordarlo.
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