En 1999 el equipo de investigadores de Berkeley dirigido por el Dr. Yang Dan insertó electrodos en los ojos de un gato y los conectó a un ordenador. Básicamente, con el gato sedado, se trataba de que estos electrodos convirtieran la señal nerviosa de la vista en datos que podían reconvertirse en imágenes en la pantalla del ordenador. La visión gatuna era un hecho. Algún día, la telerrealidad no necesitará cámaras, sino un par de cables bioconectados, USB mediante, al globo ocular. La revolución audiovisual es imparable.
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