El Barón de Lemecier, con sus finos guantes de cabritilla y sombrero en una mano, tocó con la otra el timbre de la Residencia de los señores Dupin.
-Bonjour, Monsieur- Sonriéndo dice la grácil doncella que abre en ese momento la puerta.
-Bonjour, ma petite- Dijo el Barón ajustándose el monóculo y recorriéndo con ojo rápido y sagáz, la natomía de la doméstica -¿Podría decirme si Monsieur Dupin está?-.
-Oui Monsieur, ¿A quién debo anunciar?-.
-Al Barón de Lemecier-
-Entréz vous, S'il vous plait, Monsieur le Barón-
El Barón siguió a la doncella, quien después de tomar sus guantes y su sombrero, lo condujo a la sala de la residencia. Momentos más tarde, aparece Monsieur Dupin, en batín de seda y fina bufanda artísticamente arreglada en torno a su cuello.
-¡Ah, Monsieur Le Barón!, ¡Cuanto honor!, Le ruego me disculpe por recibirle en esta vestimenta tan poco adecuada e informal. Mas como no esperaba el placer de su visita...-
-El que se excusa soy Yo, Monsieur Dupin por no haberla anunciado con la debida anticipación, pero es que se trata de un asunto trés important-.Repuso el Barón inclinando levemente su bien peinada cabeza.
-Tome asiento Monsieur Le Barón, ¿Cigarrillo?- Dijo Dupin extendiéndo la pitillera de plata. El Barón tomó su cigarrillo y aceptó el fuego que Dupin le ofrecía, para después arrellanarse en el mullido mueble sofá estilo Luis XV, con cubierta floreada en seda.
-Ante todo y como primer objeto de mi visita, es el de pedirle a usted, excusas por lo de anoche Monsieur Dupin. No sabe cuanto siento que su señora esposa haya llegado tarde. Como es de su conocimiento, Madame Dupin tuvo la gentileza de acompañarme al Bosque de Bologne y...-
-Lo sé, lo sé.. Una avería en el automóvil la tiene cualquiera Monsieur Le Barón- Dijo el dueño de la casa, agitándo una mano en el aire y sonriéndo mundanamente.
-Afortunadamente, había un teléfono por ahí cerca... Y pudimos llamarle para que no perdiera cuidado. No obstánte debo reconocer que la culpa fue mía. No debí de haber retenido tanto tiempo a la señora Dupin. e incluso debí de haberme disculpado con usted antenoche-.
-Le repito Barón, que no tiene eso la menor importancia Monsieur Le Barón, porque sabía Yo dónde estaba mi mujer y por tanto con quien No hablemos más de ello. Por cierto... Me dice Jacqueline que usted tiene un precioso Chalet-
-El cual pongo a disposición suya Monsieur Dupin-. replicó gentilmente el Barón -Sin embargo,el motivo de mi visita no sólamente se debe a la noche de ayer... sino a las futuras-.
-¿Perdóne?... no entiéndo- Dijo el anfitrión con rostro ya serio.
-Monsieur Dupin, usted es un hombre inteligente y de mucho mundo, lo cual me permite hablarle con la mayor confianza que dispenso.
-Lo escucho-.
-No todos los matrimonios son iguales, En algunos hay confianza recíproca, en otros no. Ignoro si Madame Dupin le ha hecho la confidencia de que nos amamos...-
-No exageremos Monsieur Le Barón, sé que entre usted y Jacqueline hay una buena amistad... una simpatía recíproca.
-¡Qué amistad ni qué croissant partido por la mitad!. Monsieur Dupin, su mujer y yo estamos enamorados como becerros. Es más que un amor loco... ¡Una pasión más ardiente que una plancha puesta a las brasas al rojo vivo de carbón por más de una hora!.
- ¡Mon Dieu!...- Exclamó Dupin poniéndose pálido como la cera.
-Por tanto entre Caballeros, y como franceses que somos... Hé considerado como fuerte obligación el venir ante usted para aclarar las cosas y despues, suplicarle algo.
-Usted dirá...
-Monsieur Dupin, tengo el honor de pedirle a usted la mano de su esposa Jacqueline...
Cortesía de Mademoiselle Fifí
La corresponsal en Francia.
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