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Según un reciente estudio realizado por el psicólogo Richard Stephens de la Universidad de Keele en Reino Unido, decir groserías o malas palabras puede ser un factor significativo en la reducción del dolor físico.
El experimento se realizó pidiéndole a un grupo de personas que sumergieran sus manos en agua helada. A la mitad de las personas se les pidió que maldijeran, mientras que a la otra mitad se les prohibió decir malas palabras.
El resultado evidenció que las personas que dijeron groserías aguantaron 40 segundos más con sus manos sumergidas, que las que no pronunciaron las palabras soeces.
Según la explicación científica de los investigadores, el maldecir puede ayudar a aliviar el dolor mediante la activación de los opioides, endógenos que funcionan como sustancias químicas analgésicas naturales, cuyos efectos sobre el cerebro son similares a los analgésicos como la morfina y la oxicodona.
“Maldecir es una forma de lenguaje emocional, un modo de expresión más demostrativo, que puede llegar a aliviar el dolor y disminuir el estrés”, afirmó Stephens.
“Maldecir es una forma de lenguaje emocional, un modo de expresión más demostrativo, que puede llegar a aliviar el dolor y disminuir el estrés”, afirmó Stephens.
Al igual que con los medicamentos opioides, repitiendo palabras soeces se puede aumentar la tolerancia al dolor. Siguiendo esta teoría, las personas podrían volverse adictas, o por lo menos físicamente dependientes, a decir malas palabras.
Otra conclusión a la que llegaron los científicos es que los individuos que acostumbran a maldecir podrían ser especialmente susceptibles a la adicción a los opioides, por lo tanto, también podrían tener preferencia al uso excesivo de fármacos analgésicos que activan esta sustancia.
En el estudio también analizaron factores como el género, la edad y la clase social. Las mujeres son las que menos dicen malas palabras y las personas de clase trabajadora son los que más las utilizan.
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