Abrazar la almohada es algo que todos hacemos con inocencia; puede ser nada más que una postura cómoda para conciliar el sueño o algunos encontrarán cierto erotismo escondido entre capas de algodón y un amor platónico hacia la suavidad en general.
Los que llevan ese abrazo más allá están de suerte porque los japochangos (quien más, verdad?) le han puesto cierto relieve a las fundas de almohada y, claro, los han colocado estratégicamente para sentir la anatomia femenina.
Así que uno se puede permitir dar un par de toques antes de dormir o hacerlo escondido entre los pechos de una joven que no va a emitir queja alguna.
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