jueves, 2 de mayo de 2013

Ahh los niños...

Aquella calurosa tarde de verano llegaba la temperatura a los 42° C a la sombra, había tenido un día terrible y sumamente estresante,  tomé el bus después de que uno no se quiso detener y procedí a tomar asiento atrás de un par de ruidosos escuincles que hacían bullicio excesivo, pues era el único asiento disponible, cerré los ojos esperando que con eso no escucharía el escándalo de semejantes rufianes de un metro de estatura pero con unos hercúleos pulmones, cuando uno de estos troles de los oídos le dice al otro: 


- Mira, en ese edificio trabaja mi papá, le voy a hablar para que se asome y me salude

Acto seguido abre la ventana y comienza a gritar a voz en cuello lo mas fuerte que pudo al grado que se podían ver las venas de su cuello y de su frente al esforzar su garganta y pulmones a tal extremo.  Una y otra ves grito papá, hasta que una terrible jaqueca con tintes de migraña quiso reventar mi cráneo.  Tras 30 segundos de gritos que me parecieron 30 siglos, el niño de al lado, comienza a menear la cabeza en símbolo de desaprobación, cosa que me trajo alivio pues pensé que estaba a punto de reprender semejante conducta escandalosa.  Y así fue como éste mozalbete toca el hombro del gritón empedernido y cuando voltea le dice muy serio:

- No te va a escuchar.  Es inútil,  necesitas:  GRITAR MAS FUERTE!!!!!






Extracto de: "Un día en la vida de Gato Limpio"

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