En 1969, Roger Waters, un ñero de perfil bajo y 26 años,
condenado a secundar el chipocludo paso de los genios musicales, con los que compartía
banda, emprendió la revolución de su vida: quitarle su banda a Syd Barrett; y
nadie culpa a Waters por arrebatarle una banda a un pinchi loco, mucho menos a
Barrett por que se le fueron las cabras; eran, digamos, las dos caras de la moneda:
Syd, el tipo genial, psicodélico, talentoso y hecho un desmadre por las drogas,
se asemejaba a otras leyendas del rock de finales de los 60. Por otra parte Roger,
introvertido, troncazaso, sin demasiado talento, pero dispuesto a suplir con
talacha cada gota del talento que Diosito no le dio.
Así el jovenazo Waters, se acostumbraría al traje de
“rockstar”, a la vez que vivía emputado con sus fanseses, hasta el grado de
escupirles gargajos en sus conciertos.
Con el mérito innegable de haber llevado el prediseño e
ingeniería musical a otro nivel, pionero de la nueva música, basada en ruiditos
“wawa-rawas” y “turi-duris”, samplers, efectos de sonido, puestas en escena, voces,
películas, monitos, cerdos voladores, y cuanta mamada sirviera de complemento y
relleno para enriquecer su música, en esencia plana, pero que con tales
aderezos, adquirió impresionantes matices.
Waters, vió el momento cumbre de su carrera, cuando en un
arranque de genialidad, y porque no decirlo, vanagloria suprema, reflejó en una
canción, (¡de tres partes!!!), el ahogado grito de su triste realidad. Un muro
construido con cada chingadera que, según él, le hizo la vida de ladrillitos: The Wall. Algo así como exponer
detalladamente porqué no le hizo justica la revolución.
Utilizando para ello la faramalla, digna de Broadway que,
para entonces, ya era su sello característico, y elevándola a parafernalia,
marca “inauguración de mundial de futbol”, Waters, se salió con la suya, y a
pesar de una estructura medio desangelada y gris, The Wall (part I, II & III), se convirtió a la postre, en una
de los episodios más majestuosos del Rock mundial. Aunque usted no lo crea…
Quizás, ser leyenda, no es cuestión de nacer grande, sino de
agallas, a veces sólo basta con quejarse de estar jodido, pero eso sí, quejarse
con HUEVOS.
¿Más mezcla maistro???
La esposa de Botanitas Charras
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