jueves, 17 de abril de 2014

Explicación de la cuaresma

Semana Santa atea

La Semana Santa es la festividad religiosa que más rechazo me produce. Tanto que ni siquiera me siento a gusto escribiendo sobre ella. La vida es demasiado corta como para gastar tiempo y esfuerzo en criticar algo. Pero hoy he leído un texto sobre el auge del ateísmo en España y me he animado.
Hace unos años, Arcadi Espada pronunció una conferencia sobre la influencia de la religión en la sociedad; en un momento dado, se quejó amargamente de que no hubiera periodistas ateos. Mejor dicho, sí existen periodistas ateos, pero no se atreven a afirmarlo públicamente. Una situación real y lamentable.
Da la impresión de que todavía no está bien visto presentarse como ateo. Hay quien quiere confinar el ateísmo al ámbito privado (igual que la homosexualidad: “está muy bien que sea gay, pero que no lo pregone”). Parece que a los ateos se nos permite la existencia pero poco más. Cualquier palabra, gesto o manifestación pública es vista como una ofensa a los sentimientos religiosos de los creyentes. ¡Con qué facilidad se ofenden algunos!
Daniel Gascón ha escrito un texto sobre las ofensas para su blog en la revista Letras Libres. Allí se puede leer:
La ley tiene que garantizar que la gente pueda practicar su religión libremente, pero no debe proteger los sentimientos, ni permitir que estos sean un freno a la discusión. El blindaje de los “sentimientos religiosos” es en sí religioso: postula que son sentimientos de otro carácter.
Mientras los ateos nos quedamos en nuestro armario, los creyentes pasean por las calles a sus anchas. Las invaden, mejor dicho. Muchos defienden las procesiones como una tradición cultural pero es más que eso. Cada primavera, la España Oficial deja bien claro que sigue siendo católica, apostólica y romana, que poco o nada ha cambiado en los últimos años y que los ateos no somos españoles de bien. De ahí que prohíban la mal llamada “procesión atea”.
Por cierto, la organización que pidió al gobierno el veto a esta manifestación lleva por nombre Máslibres y dice ser defensora de la libertad religiosa. George Orwell tendría un par de cosas que decir sobre este asunto. La Delegación del Gobierno en Madrid ha preferido escuchar a los fanáticos y ha dejado que los librepensadores piensen libremente… en su casa. Este organismo sostiene que la marcha tiene una “evidente voluntad de provocación” y, claro, eso no se puede consentir.
Provocar es “irritar o estimular a alguien con palabras u obras para que se enoje”. En el caso de que la marcha atea tuviera esta finalidad ¿cuál es el problema? ¿Acaso es un delito? En realidad, todas las manifestaciones tienen una “evidente voluntad de provocación”. Los huelguistas de la pasada semana buscaban molestar al Gobierno; cualquier manifestación tiene como objetivo irritar a los que deciden, para que prefieran cambiar sus políticas a aguantar a los manifestantes. No es tan diferente del niño que llora como un loco hasta que su madre le compra un dulce. Alguien debería hablar con Moncloa para que Rajoy prohibiera el llanto sin motivo.
El problema de basar las decisiones políticas en los sentimientos de los ciudadanos (de ciertos ciudadanos) cada uno es que cada uno se irrita y se enoja con lo que quiere. Yo, por ejemplo, me irrito cuando veo a María Dolores de Cospedal sujetar un madero. No llego al extremo de la socialista Yolanda Picazo, que quiere “crucificarla, enterrarla en el cementerio nuclear y evitar a toda costa resucitarla”; pero sí me gustaría que los políticos separaran religión y Estado.
Dice la Constitucion que “ninguna confesión tendrá carácter estatal” y que “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española”. Pero sabemos que aquí la Carta Magna se respeta sólo cuando conviene, y en este asunto parece que no. Los ministros juran ante una Biblia y un crucifijo, los alcaldes se resisten a quitar este símbolo de los ayuntamientos y sólo se tienen en cuenta las creencias de los católicos. Ya no sorprende pero todavía irrita.
Tampoco me sorprende que los informativos dediquen minutos y minutos a las procesiones, a los dolores de espalda de los costaleros, a las lágrimas que vierten cada año porque la lluvia les ha aguado la fiesta. Pero me irrita. Yo pido muy poco a la prensa: sólo quiero que se ciña a la realidad. Me irrita que el 6 de enero hablen de los regalos que traen unos señores imaginarios y me irrita que estos días hablen de Jesucristo como si de verdad hubiera resucitado.
No me importa que ABC o La Razón pongan en portada a unos legionarios sosteniendo la figura de un treintañero muerto; al fin y al cabo son empresas privadas. Pero sí me importa, y mucho, que la TV pública dé pábulo a las palabras de un talibán llamado Juan Antonio Reig Pla. Este señor es obispo de Alcalá de Henares y ayer La 2 retransmitió la misa que oficiaba. En ella dijo:
Quisiera decir un palabra a aquellas personas que hoy, llevados por tantas ideologías, acaban por no orientar bien lo que es la sexualidad human, piensan ya desde niños que tienen atracción hacia las parejas del mismo sexo. Y a veces para comprobarlo se corrompen y se prostituyen. O van a clubes de hombres. Os aseguro que encuentran en infierno.
Una vez más, la Iglesia utiliza la amenaza del sufrimiento para modificar la conducta de las personas. Reig Pla también dedicó unas palabras al aborto:
Una jovencita, o una mujer, que está embarazada y que lleva una preocupación enorme por las razones que sean. Es seducida y es tentada. Y cuando va a abortar a una clínica sale destruida. Porque ha destruido una vida inocente y se ha destruido así misma. Mujeres que han ido a abortar llevan el sufrimiento en su corazón y muchas de ellas no pueden dormir porque el pecado lleva siempre la destrucción de la persona.
Por cierto, según el obispo “el principal enemigo de la iglesia católica es la ignorancia”. Se equivoca. En realidad, es su principal aliado.




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