jueves, 15 de mayo de 2014

Los peores genocidas de la historia IV

8. Osama Bin Laden


En 1988 creó con apoyo estadounidense una red terrorista conocida como al Qaeda (en árabe: القاعدة al-qā`ida, "la Base"), la cual consistía, en gran medida, en militantes musulmanes que Bin Laden había conocido en Afganistán, tales como su lugarteniente Aymán al-Zawahirí, junto con el propio Bin Laden. El grupo presuntamente financió y organizó varios ataques por todo el mundo, incluidas la detonación de coches bomba contra blancos estadounidenses en Arabia Saudí en 1996, el asesinato de turistas en Egipto en 1997, y los ataques con bomba simultáneos a las embajadas estadounidenses en Nairobi (Kenia) y en Dar es Salaam (Tanzania) en 1998, los cuales terminaron con la vida de casi 300 personas.


En 1994, después de que el gobierno saudí confiscara su pasaporte después de acusarlo de subversión, bin Laden huyó a Sudán, donde se le acusa de haber organizado campos de entrenamiento terroristas y de donde fue finalmente expulsado en 1996. Luego regresó a Afganistán, donde recibió protección de los talibanes, la milicia gobernante.

Entre 1996 y 1998, bin Laden emitió una serie de fatwas (en árabe: "decretos religiosos") declarando una guerra santa contra los Estados Unidos, al cual acusó, entre otras cosas, de saquear los recursos naturales del mundo musulmán y de ayudar e incitar a los enemigos del Islam. Al parecer la meta de bin Laden era involucrar a los Estados Unidos en una guerra a gran escala en el mundo musulmán, que terminaría con los gobiernos musulmanes moderados y restablecería el califato (i.e., un único Estado musulmán). 

Con este fin, al Qaeda, con la ayuda de la considerable riqueza de bin Laden, entrenó y equipó a terroristas. Tuvo miles de seguidores por todo el mundo, en lugares tan diversos como Arabia Saudí, Yemen, Libia, Bosnia, Chechenia y las Filipinas.


9. Idi Amín Dada (Uganda)

La independencia de Uganda facilitó el ascenso de Idi Amin. De la noche a la mañana se convirtió en mayor de un ejército ugandés formado por un millar de soldados y una treintena de oficiales británicos. En 1964, se produjo una revuelta en Zanzíbar que causó motines en los ejércitos keniano, tanzano y ugandés. Amin exigió la salida de los oficiales británicos y la subida de los militares ugandeses. El Gobierno de Uganda, presidido por Milton Obote, aceptó las peticiones y ascendió a Amin al grado de teniente coronel.

Dos años después, en enero de 1971, Idi Amin derrocó el gobierno constitucional del presidente Milton Obote mediante un golpe de estado apoyado por Israel y posteriormente por Inglaterra y asumió de facto la jefatura de estado de Uganda. Apoyado por el ejército, estableció un régimen de terror y una política genocida que llevó a la muerte a más de 300.000 ugandeses, principalmente de las etnias lango y acholis. Inició una guerra civil encubierta y se hizo famoso en el mundo por sus excentricidades y su crueldad.

Amin decidió implantar en Uganda un régimen que combinara los principios del sagrado Corán con una retórica izquierdista y profundamente antioccidental.

En el aspecto internacional, en un principio mantuvo una política de acercamiento con Inglaterra -la antigua metrópoli colonial- e Israel, pero pronto se inclinó por el mundo árabe y apoyó la causa de Palestina y a Libia en su política antioccidental.

En 1973 Amin implantó la poligamia a la vez que desataba una campaña directa contra los cristianos del país. Pese a todo, durante algún tiempo fue considerado "políticamente correcto". Su fraseología era izquierdista, se presentaba como un enemigo de Estados Unidos y de Israel y atacaba al colonialismo. No resulta extraño que a inicios de los 70 se le definiera como un "héroe" y que gozara del apoyo de los países árabes y buena parte de los africanos.

Una de las maniobras más retorcidas del régimen fue la de propagar el rumor de que la princesa y diplomática Elizabeth Bagaya había sido sorprendida en el aeropuerto de Orly (Francia) manteniendo relaciones sexuales con "un europeo desconocido". Fue obligada a regresar a Uganda y encarcelada.

Una de las excentricidades de Amin era la de hacerse transportar en una especie de plataforma cargada por hombres ingleses que debían caminar y silbar simultáneamente la melodía Puente sobre el Río Kwai. Naturalmente esos hombres estaban en calidad de esclavos.

Al cabo de algunos años el país entró en una crisis económica, que los petrodólares de las naciones árabes amigas del dictador no pudieron evitar. En 1979 fue derrocado por una fuerza de invasión procedente de Tanzania apoyada por disidentes ugandeses. Consciente de su derrota, abandonó el país y encontró refugio en Arabia Saudita, donde murió en 2003.

Al entrar en el gobierno, propició la expulsión de la minoría hindú del país.

Admirador (entre otros) de Adolf Hitler, demostró un marcado antisemitismo. Sin embargo, fue apoyado por Israel en los años 60. En 1972 expulsó del país a 70.000 asiáticos. Al año siguiente, mientras colaboraba con el ataque árabe contra Israel en la guerra del Yom Kippur, decretó diversas medidas de carácter antisemita y al menos 300.000 ugandeses fueron asesinados por sus fuerzas. Ordenó la quema de una bandera israelí a las puertas de su delegación diplomática lo que significó la salida del embajador Reuven Levicoy rumbo a Tel-Aviv.

Afirmó que los problemas internos de Uganda son los mismos de varios países africanos, problemas que tienen raíces en odios tribales o en celos religiosos. Recordó que el Presidente Obote a quien Idi Amín derrocó el 25 de enero de 1971 fue de la tribu de los Lango; aunque la mayoría de su guardia pretoriana era de otra tribu, los Acholis. 

Idi Amín al usurpar el poder tenía que hacer desaparecer a dos enemigos potenciales: A los Lango, por haber pertenecido Obote a dicha tribu; y a los Acholis por haber sido éstos la mayoría de sus guardaespaldas. “El primer crimen lo cometió Idi Amín un año antes de usurpar el poder –dijo el estudiante–. Mató al Brigadier Ocoya, que era de ascendencia acholi”.
–Pero no iba a matar a toda la tribu, le dije yo.
–Usted no puede hacer preguntas a las que yo deba dar respuestas lógicas. Idi Amín hará fusilar a todo cuanto crea que atenta contra su poder. Los crímenes de Idi Amín son pasmosos. A su última mujer la conoció en una reunión; ella era bailarina de un grupo de músicos-soldados y tenía un amante y un hijo. Idi Amin envió a sus guardias a decirle al amante, que nunca más volvería a ver a Sarah, aunque se podía quedar con el hijo. El amante se negó a dejar partir a Sarah, por lo que horas más tarde lo ametrallaron sin misericordia.

Leí, después, en una revista, que Idi Amín no podía, aunque lo quería, tener un hijo en Sarah. Entonces, la sometió al examen de una docena de médicos quienes diagnosticaron que el problema de la muchacha era de orden psicológico. Ninguno, sin embargo, reveló la causa específica de su trauma, a no ser el ex ministro de Salud, Henry Kyemba, luego, asilado en Londres. Este dijo que Sarah nunca pudo olvidar a su joven amante ni perdonar a Idi Amín, por haberlo asesinado. “Ella soñaba que su amante venía a visitarla todas las noches”, declaró el ex ministro. A Idi Amin no le quedó ningún otro recurso que asesinarla. 
Se decía de Amín: «Es alto, fornido; con la conciencia más negra que la piel; parece una ballena que se desplaza en un mar de sangre, tiene un poco de Nerón, otro poco de Calígula, es un ogro, una bestia humana; vive en un pequeño país del tamaño de una llaga, pero sus crímenes son más grandes que la tierra; ni él mismo sabe a cuántos ha matado ya, aunque las cifras oscilan entre 200 mil y 500 mil. Tiene 34 hijos y un estilo propio de matar; por ejemplo, al Arzobispo Luwum le dijo (en enero de ese año, 1977): “Usted señor Arzobispo, ha estado complotando para derrocarme”. El Arzobispo anglicano le respondió que no, pero la “Bestia de Uganda” sacó su pistola y le disparó a boca de jarro, dos tiros en el pecho. Como el Arzobispo no cayó de inmediato, sino que se quedó como dudando entre la vida y la muerte, la “Bestia” le apuntó en la boca y le disparó y, entonces, sí, el Arzobispo se desplomó moribundo».
En los “pósters” se seguiría explicando que el hombre buscado por todos los rincones del mundo fue boxeador, y por entonces, Mariscal del Aire, y payaso, hacía payasadas de foca y era paracaidista. Le enseñaron paracaidismo en Israel donde tuvo un amigo del Servicio de Inteligencia con quien conversó después de la hazaña judía en el aeropuerto de Entebbe (a la sazón, construido por los israelitas); estudió en la Academia Militar de Sanburst y, sin embargo, se reía de la Reina y del Parlamento; cuando los ingleses anunciaron que atravesaban por seria crisis económica, el “Rey de la Selva” organizó una colecta pública en Kampala y los chelines que obtuvo los envió junto con un par de sus botas viejas “para que usted (la Reina Isabel) soporte mejor la crisis”.

El Ogro era experto en lanzamiento de dardos envenenados y solía alimentar a sus cocodrilos con la carne de sus enemigos. En Uganda, todos lo conocían, pero nadie se atrevía a entregarlo porque Uganda se había convertido en una isla del terror. Los hombres de la Ley, algún “sheriff”, como en las películas del Oeste, escribiría al final del “identikit”: “Si usted, le da caza, entréguelo ¡vivo o muerto! La humanidad se lo recompensará”.

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