Hay días en los que hago mía aquella máxima, creo que era de Lord Byron, de que “Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”.
Ciertamente, el bichejo peludo es más noble, limpio, cariñoso y educado que muchos energúmenos con los que me topo por ahí, pero mi afecto por el can no llega a ciertos niveles sexuales que nos ha mostrado el cine.
Si no recuerdo mal (y evitando el porno bestialista y el anime nipón), éstos son algunos de ellos
Ciertamente, el bichejo peludo es más noble, limpio, cariñoso y educado que muchos energúmenos con los que me topo por ahí, pero mi afecto por el can no llega a ciertos niveles sexuales que nos ha mostrado el cine.
Si no recuerdo mal (y evitando el porno bestialista y el anime nipón), éstos son algunos de ellos
La dama en cuestión acaba teniendo un grato orgasmo con un pescado, que juguetea entre sus piernas.
Se destapa así la caja de los truenos…
En la más que perturbadora Reflejos en un ojo dorado (que podéis disfrutar mañana aquí, en TCM) un joven soldado acude por las noches a las cuadras del cuartel, se desnuda y acaricia a un caballo. Luego cabalga sobre él y se adentran en el bosque, sin saber que su superior (un Marlon Brando pasado de kilos) le espia con deseo.
Algo parecido -y mucho más grave- es la relación de un joven con los equinos en Equus, versión de Sidney Lumet de la famosa obra de teatro.
Cortesía de Arenita
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