miércoles, 2 de abril de 2014

¿Cómo lidiar con gente grosera?

Las personas groseras (aquellas que ofenden a los demás con sus palabras o con sus actos) se encuentran en todas partes. Pueden ser jefes, compañeros de trabajo, dependientes de tiendas, vecinos y hasta familiares. Casi todos cometemos alguna falta de consideración cuando pasamos por momentos de estrés, pero la gente verdaderamente grosera es muy distinta. Cuando se muestran insolentes, lo hacen con el ánimo de causar dolor.

Si se topas con una persona abusiva que pretende intimidarte, no te cruces de brazos. La pasividad no hace más que aumentar la saña del agresor. La gente hostil anda en busca de victimas sumisas. Para meterla en cintura, demuestra seguridad en ti mismo.

“Lo cortés no quita lo valiente”. Podemos evitar cortésmente que atropellen nuestros derechos y en la mayoría de los casos, es como debemos proceder.  Sin embargo, pocas personas saben cómo hacerlo. He aquí cinco estrategias que te ayudarán a salir airoso de tus encuentros con gente grosera.

Aborda al agresor de frente. Es recomendable que te asegures primero de que el comportamiento descortés es una costumbre y no un hecho aislado. Después habla francamente con el agresor: explícale en que falta ha incurrido, las consecuencias que sus actos te han acarreado y los cambios que esperas en él. Si estas medidas fallan, puedes llevar el asunto más lejos. Casi todo el mundo tiene un jefe, si la persona grosera no corrige su actitud, acude a su superior.

Sea diplomático. La confrontación directa es un recurso valioso, pero existen estrategias más sutiles. La esencia de la diplomacia consiste en brindar al adversario la oportunidad de transigir sin que se sienta humillado. Supongamos que estás aguardando tu turno en la fila del supermercado y un cliente se mete delante de ti. Podrías quedarte como si nada, pero eso te producirá resentimiento. Podrías poner el grito en el cielo, pero la otra persona quizás reacciones de igual manera. Así pues, la mejor opción es decirle “disculpe, el final de la fila está allá atrás”. Esta amable reconvención indicará que estás molesto y a la vez darás pie para que el desorientado rectifique su actitud sin sentirse avergonzado. No obstante, si el individuo persiste en su conducta, más vale olvidar el asunto. A veces la persona agresiva no pretende hacer daño, pero aún si tiene malas intenciones, la diplomacia puede ser de utilidad. Pongamos otro ejemplo. Supongamos que te enteras que un compañero de trabajo ha hecho un comentario desfavorable con respecto a ti. Te diriges a él de inmediato y le preguntas “ ¿Hice algo que te molestara o es sólo que hoy estás de mal humor?” Así, el objetivo de tu pregunta será darle la oportunidad de recapacitar sobre las consecuencias de su actitud.

Ten sentido del humor. Si se usa con delicadeza, el humor puede desarmar incluso a la gente más malévola. Sin embargo, el sarcasmo siempre es contraproducente, no hace más que acalorar los ánimos, pero un comentario gracioso a propósito de la situación puede dar magníficos resultados.

Desiste. Si todos los recursos han fallado, sal de esa situación. Renuncia a tu empleo o sal de la tienda sin haber comprado lo que deseabas. Es una medida extrema, pero no hay que descartarla.

Indulgencia. En ciertos casos, la mejor alternativa consiste en sobrellevar la situación con paciencia. El alentador sabe que la gente grosera con frecuencia recibe su merecido. En el mundo de los negocios, generalmente sucede que las personas acometedoras prosperan, mientras que los jefes arbitrarios caen en desgracia tarde o temprano. Armado de paciencia y de una estrategia, triunfarás sobre tus adversarios insolentes dondequiera que te encuentres.



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