El dictador ordenó la demolición de buena parte de la capital, Bucarest, incluídos edificios históricos, para construír grandes avenidas y un gran palacio; el llamado Palacio del Pueblo, al que el pueblo obviamente tenía vetada la entrada. Este palacio es el segundo edificio más grande del mundo después del Pentágono; cuenta con 325.000 metros cuadrados y su interior fue decorado con los mejores mármoles, alfombras y maderas. En estas cosas gastaba el dinero público mientras el pueblo pasaba penurias.
Fuera de la capital, planificó la demolición de pueblos enteros para trasladar a los habitantes a las ciudades, siguiendo un plan de industrialización.
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