lunes, 14 de julio de 2014

COMER COMO CONSUELO EMOCIONAL PARTE 1


(Emotional Eating)
Imagínate que te acabas de pelear con tu mejor amigo. Ha sido una pelea de lo más estúpido y es algo que ambos superaréis. Pero ahora estás enojado. Cuando entras en casa, tu madre te pregunta qué te pasa. ¿Cómo es más fácil que le contestes?
  • Le explicas a tu madre lo ocurrido y mantenéis una conversación larga y consoladora al respecto.
    o
  • Le contestas: "No me pasa nada, mamá" y te diriges a la nevera a por un helado.
Pero ¿podrá ese sabroso helado de chocolate ayudarte a sentirte realmente mejor, o sólo a sentirte asquerosamente lleno?

¿Que significa comer emocionalmente?

Comer emocionalmente es el uso de los alimentos como forma de afrontar las emociones en lugar de como forma de calmar el hambre. A todos nos ha pasado alguna vez, cuando nos hemos acabado una bolsa entera de patatas fritas sólo por aburrimiento o hemos devorado una galleta tras otra mientras hincábamos los codos ante un importante examen. Pero cuando se hace habitualmente —sobre todo sin ser consciente de ello— comer emocionalmente puede afectar al peso, la salud y el bienestar general.
No hay mucha gente que haga la conexión entre el comer y emociones. Pero entender qué desencadena la conducta de comer emocionalmente puede ayudar a seguir los pasos necesarios para dejar de hacerlo.
Uno de los principales mitos sobre comer emocionalmente es que lo desencadenan emociones negativas. Sí, es cierto que la gente a menudo se refugia en la comida cuando está estresada, se siente sola, triste, ansiosa o aburrida. Pero comer emocionalmente también se puede asociar a emociones positivas, como el romanticismo de compartir un postre en el día de San Valentín o la celebración de un banquete en un día festivo.
A veces comer emocionalmente se asocia a acontecimientos vitales importantes, como una muerte o un divorcio. Pero más a menudo son los innumerables y pequeños estreses cotidianos los que hacen que las personas busquen consuelo o distracción en la comida.
Los patrones de comer emocionalmente se pueden aprender: un niño a quien siempre se le da un dulce tras un logro importante puede crecer utilizando los dulces como recompensa por el trabajo bien hecho. Un niño que recibe galletas por dejar de llorar puede aprender a asociar las galletas al consuelo.
No es fácil "desaprender" los patrones de comer emocionalmente. Pero es posible. Y el primer paso consiste en tomar conciencia de lo que está ocurriendo.

Alimentos "consuelo"

Todos tenemos nuestros propios alimentos consuelo. Curiosamente, pueden variar en función del estado de ánimo y el género. En un estudio se detectó que la gente contenta parece preferir comer alimentos como la pizza, mientras que la gente triste prefiere el helado y las galletas. La gente aburrida se muere por devorar alimentos salados y crujientes, como las patatas fritas. Los investigadores también constataron que los hombres parecen preferir los alimentos consuelo calientes y caseros, como los filetes de carne y los guisos. Las mujeres prefieren el chocolate y el helado.
Esto lleva a plantearse lo siguiente: ¿Acaso nadie se consuela comiendo zanahorias y tallos de apio? Los investigadores también lo están estudiando. Lo que están encontrando es que los alimentos ricos en grasas, como el helado, pueden activar ciertas sustancias químicas corporales que crean una sensación de satisfacción y logro. Este rasgo casi adictivo puede hacer que volvamos a refugiarnos en esos alimentos cuando volvamos a sentirnos mal.

Hambre física versus hambre emocional

Hasta cierto punto, todos somos comedores emocionales (¿quien no ha encontrado un recoveco en el estómago para el postre tras una opípara comida?). Pero en algunas personas comer emocionalmente puede ser un problema real, al provocar aumento severo de peso o ciclos de atracones y dietas draconianas.
El problema de comer emocionalmente (aparte de las cuestiones de salud) es que, en cuanto acaba el placer de comer, las emociones que lo desencadenan permanecen. Y a menudo te sientes peor por haberte comido la cantidad o el tipo de alimento que has ingerido. Por eso ayuda tanto conocer las diferencias entre el hambre física y el hambre puramente emocional.
La próxima vez que te apetezca tomar un tentempié, observa la tabla y decide qué tipo de hambre está guiando tu conducta.

Preguntas que te debes formular

También puedes formularte estas preguntas sobre tu conducta alimentaria:
  • ¿He estado tomando porciones más grandes de lo normal?
  • ¿Como a horas poco habituales?
  • ¿Siento una falta el control con respecto a la comida?
  • ¿Estoy ansioso o nervioso por algo, como mi escuela, una situación social o un acontecimiento donde me van a evaluar?
  • ¿Me ha ocurrido algún acontecimiento vital importante que me está costando mucho afrontar?
  • ¿Tengo sobrepeso o soy obeso, o ha aumentado mucho mi peso o mi índice de masa corporal (IMC) recientemente?
  • ¿Hay otras personas en mi familia que utilizan la comida para afrontar sus emociones?
Si contestas afirmativamente a muchas de estas preguntas, es posible que comer se haya convertido en un mecanismo de manejar emociones en vez de en una forma de alimentar tu cuerpo.

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