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jueves, 9 de junio de 2016

Confesó el asesinato de su esposo tras ser torturada 15 horas

Una mujer que fue torturada y violada por policías en el noreste de México para que aceptara haber asesinado a su propio esposo fue liberada el martes "tras cuatro largos años de injusticia", informó Amnistía Internacional (AI).
Yecenia Armenta Graciano, madre de dos hijos, fue detenida el 10 de Julio del 2012 por la Policía Ministerial de Sinaloa, un estado con fuerte presencia del narcotráfico.

"Fue golpeada, casi asfixiada y violada durante 15 horas de tortura hasta que fue forzada a 'confesar' su participación en el asesinato de su esposo", indica la ONG con sede en Londres a través de un comunicado.

"La increíble crueldad de la tortura que sufrió Yecenia es parte de las actividades diarias de las policías mexicanas, quienes rutinariamente presentan evidencias ilegales en investigaciones penales en todo el país", dijo por su parte Erika Guevara Rosas, directora para las Américas de AI, citada en el parte.

Según la ONG, quienes maltrataron a Yecenia provienen de la misma institución que presentó la acusación en su contra, y los actos de tortura fueron fueron documentados por expertos nacionales e internacionales.

"El hecho de que ninguno de los torturadores de Yecenia hayan pisado la cárcel demuestra la falta de independencia de las autoridades en este caso. Los perpetradores de estos actos despreciables deben ser llevados ante la justicia y Yecenia debe recibir reparación por el daño", añadió Guevara Rosas.

Las fuerzas de seguridad de México han sido blanco de numerosas denuncias sobre violaciones a derechos humanos desde que el expresidente Felipe Calderón (2006-2012) desplegó un combate militarizado en las calles contra el narcotráfico.

Estas denuncias han seguido ocurriendo bajo el mandato de Peña Nieto, quien insiste en mantener el despliegue militar pese a que en el 2014, la ONU denunció una situación "generalizada" de tortura por parte de militares y policías en un ambiente de "impunidad". 

El lunes, la organización estadounidense Open Society Justice Initiative denunció que autoridades y criminales han cometido en la última década "crímenes de lesa humanidad" en México, como asesinatos, desapariciones y torturas.

lunes, 14 de octubre de 2013

“Las palabras que nunca más le diré a mi hija”: Emotiva confesión de una madre ocupada

En un mundo donde los adultos viven en función de los “deberes” no es raro ver que la mayoría de las personas siempre están apuradas por cumplir con todo.

La educadora Rachel Macy Stafford relató en una emotiva columna en Huffington Post cómo descubrió que en su afán casi irracional de no querer nunca “perder el tiempo”, usaba recurrentemente una palabra para dirigirse a su pequeña hija.
A continuación lee su testimonio y aquel concepto que Rachel decidió eliminar de su vocabulario por el bien de su familia… y de paso, el suyo.

“Cuando vives una vida ocupada, cada minuto cuenta. Te sientes como si debieras estar tarjando algo en tu lista, mirando alguna pantalla o corriendo hasta el próximo destino. Y no importa cuántas formas encuentres para dividir tu tiempo y tu atención, no importa cuántas tareas trates de hacer al mismo tiempo, nunca habrá suficiente tiempo en el día para hacer todos los pendientes.”
“Así transcurrió mi vida durante 2 años frenéticos. Mis pensamientos y acciones estaban controladas por notificaciones electrónicas, alarmas y agendas cuidadosamente planificadas. Y aunque cada fibra de mí ponía todo de su parte para llegar a tiempo a cada actividad de mi planificación diaria, no lo lograba.”
“Verán, hace 6 años fui bendecida con una niña relajada y descuidada. De las que siempre se detienen a oler las rosas. Cuando necesitaba estar en la puerta… ella se tomaba su tiempo eligiendo una cartera y una corona con brillos.”
“Cuando debía estar en algún lugar dentro de 5 minutos… ella insistía en ponerle el cinturón de seguridad a su animal de peluche. Cuando apenas tenía tiempo para un almuerzo rápido… ella se detenía a hablarle a la anciana que se parecía a su abuela. Cuando tenía sólo 30 minutos para llegar… ella quería detenerse y acariciar a cada perro que veía.”
“Cada vez que mi hija me obligaba a desviarme de mi planificación, pensaba “no tenemos tiempo para esto”. Por eso, la palabra que con más frecuencia le decía era “Apúrate”.”
Siempre comenzaba mis frases con:
¡Apúrate, estamos atrasados!
Y las terminaba con..
¡Nos lo vamos a perder si no te apuras!
Comenzaba mi día con:
¡Apúrate y come tu desayuno!
¡Apúrate y vístete!
Y las terminaba con:
¡Apúrate y lávate los dientes!
¡Apúrate y métete en la cama!
“Y aunque la palabra “apresúrate” lograba muy poco en aumentar la velocidad de mi hija, la decía de todas formas. Quizá incluso más que las palabras “Te amo”.”
“Pero cierto día, las cosas cambiaron. Acabábamos de recoger a mi hija mayor del kinder y nos estábamos bajando del auto. Insatisfecha con su velocidad, mi hija mayor le dijo a su pequeña hermana: “Eres tan lenta”. Fue cuando se cruzó de brazos y dejó escapar un suspiro exasperado, que me vi reflejada a mí misma… y fue una imagen que me revolvió las entrañas.”
“Me había convertido en una matona que empujaba y presionaba a una pequeña niña que sólo quería disfrutar la vida. Mis ojos se abrieron. Pude ver con claridad el daño que mi existencia apresurada había hecho en mis dos hijas.”
“Aunque me temblaba la voz, miré a los ojos a mi hija menor y le dije “Lamento tanto hacer que te apures. Adoro que te tomes tu tiempo y ojalá pudiera ser más como tú”.”
“Te prometo ser más paciente de ahora en adelante”, le dije a mi hija de cabellos rizados mientras la abrazaba.”
“Hice mi promesa de bajar el paso hace ya casi 3 años, al mismo tiempo en que comencé mi viaje hacia dejar ir las ocupaciones de la vida y preocuparme de lo que realmente importa. Vivir a un paso más lento aún me requiere cierto esfuerzo. Mi hija menor es mi recordatorio permanente de que debo mantenerme así. De hecho, hace poco volvió a recordármelo.”
“Elegí vivir el presente.”
“Ya sea..”
Para comer helado.
Para recoger flores.
Para ponerse el cinturón.
Para preparar huevos.
Para buscar conchas en la playa.
Para observar insectos.
Para pasear por la vereda.
“Ya no diré “no tengo tiempo para esto”, porque es básicamente decir “no tengo tiempo para la vida”.”



BY GOOGLE

viernes, 12 de julio de 2013

Confesion de un Ateo


Estaba en su lecho de muerte el ateo y a requerimiento de la familia, que nunca aceptó su postura atea, se presenta el cura para preguntarle si desea la confesión.

El cura le hace ver que es su última oportunidad de aceptar al dios en el que éste cree y, por lo tanto, la supuesta salvación que ofrece...
Habiéndole dicho esto el cura le dice:
¿Quieres confesarte?
Y el ateo responde:
Si, quiero confesar.


Quiero confesar que en su momento, con mí vida aún joven, creí en un Dios Creador lleno de amor, quien es supuestamente nuestro padre y como tal se preocupaba por mí y mí familia y por todos los humanos, cuyo amor era libre de cualquier tipo de interés.


Con el transcurso de tiempo pude observar que el mundo es un lugar complicado, injusto, difícil, salvaje...


Observé cómo hombres y mujeres, niños y ancianos mueren de hambre y sed, de enfermedades curables, de guerras y males insufribles.

Me pregunté si un padre le haría eso a sus hijos y la respuesta fue que es el castigo de Dios hacia el hombre por haberle desobedecido...

Me pregunté nuevamente si eso era un Dios de amor y la respuesta fue que para salvarnos de todo esto envió a morir terriblemente al hijo que más amaba y nuevamente me pregunté ¿por qué un padre le haría eso a sus hijos pudiendo evitarlo?

No tuve respuesta sino un simple "nadie entiende los designios de Dios" o "no pretendas entenderlo con tú limitada capacidad"... capacidad que supuestamente Dios nos dio ¿por qué sería limitada entonces?

Me pregunté por qué Dios nos pide utilizar la fe y renunciar a nuestro razonamiento para conocerlo...

Dudé. En uso de la capacidad de razonamiento que supuestamente Dios me dio, inicié a investigar. Leí, averigüé, busqué respuestas.... y las encontré.
Pude determinar que existieron, existen y existirán dioses siempre que el ser humano no pueda responderse lógica y fehacientemente una duda existencial o del conocimiento.

Pude establecer que si un cura me confiesa es por que nací en Occidente; más si hubiera nacido en Oriente probablemente estaría en algún ritual musulmán o budista; si hubiera nacido en Haití en algún ritual vodoo y así, circunstancialmente... la religión es circunstancial y como tal no puede ser absoluta.

Pude darme cuenta que no se necesita a dios para explicar las dudas del universo y la vida ya que utilizarlo es simplemente cambiar el lugar de la pregunta.

Conociendo esto pude evaluar las ideas de dioses y concluir que, en cada caso en específico, los dioses que me han presentado son absurdos. Algunos más que otros, pero ninguno capaz de asumir el rol de padre benefactor y amoroso que me trataron de inculcar.

Ya no dudé, tuve la certeza que el dios que me han presentado no existe por que es absurdo en sí mismo.

Y a partir de allí fui feliz.
Pude centrarme en amar a mí familia toda vez que acepté mí temporalidad en el mundo, sin tiempos extras sobrenaturales. Amé y me amaron sin necesidad de creer en un dios de los muchos que hay.

Pude encontrar la paz de no tener que rendirle cuentas a un ser sobrenatural y, mucho menos, a sus supuestos delegados en la tierra.
Pude actuar confiado en que lo que hago es lo correcto por que así es y no por que tendré un premio o un castigo sobrenatural.

Pude entender el pensamiento del creyente y respetarlo ya que en la gran mayoría no actúan de mala fe, sino por costumbres y tradiciones inculcadas desde niños. Desconocen y su verdadero pecado es quedarse con lo que creen saber como una verdad absoluta e irrefutable.

Pude entender que dependemos exclusivamente de nuestro esfuerzo y dedicación para nuestra propia superación. Que no hay salidas fáciles ni sobrenaturales y que la comunicación con dios (oración, rezos, meditación o cualquier otra forma) es una pérdida del recurso más caro que tenemos en la vida: el tiempo.

Pude vivir mí vida sin sesgos ni ideas prefijadas. Pude tener criterio propio sin que éste lidiara con dogmas, directrices o normas religiosas.

¿Si quiero confesarme? pero no una confesión hacia un ser inexistente... quiero confesar y gritar esto a todo el mundo para que despierten del letargo religioso.

Que entiendan que dentro de las muchas circunstancias que pueden propiciar la violencia y las guerras y las muertes, la más absurda es la causa religiosa toda vez que se persigue un objetivo in demostrado e inexistente. Es matar y morir por nada.

Que debemos aprender de nuestro pasado y entender que nada bueno a traído la imposición religiosa, de cualquier tipo y por cualquier medio.
Que todos somos libres de creer y pensar lo que queramos, pero es nuestra responsabilidad buscar la razón ya que en caso contrario renunciamos al único elemento que efectivamente nos diferencia de los otros animales.

Pero, sobre todo, que puedes ser correcto, honrado y sobre todo feliz sin un dios.

Habiendo dicho esto el cura y la familia callaron... y el ateo murió... feliz.

Publicado por Brion