Se ha publicado mayor información acerca del escándalo
de corrupción del Departamento de Policía de Los
Ángeles (LAPD). Informes de prensa han revelado una historia
penetrante de arrestos ilegales, palizas, tráfico de drogas,
intimidación de testigos, matanzas a tiros ilícitos,
pruebas falsificadas, acusaciones fraudulentas y perjurio en la
Unidad “CRASH” del distrito Rampart del LAPD. CRASH es acrónimo de "Community Resources Against Street
Hoodlums", lo cual se puede traducir como Recursos de la Comunidad
Contra Rufianes Callejeros. Es un programa anti pandillero que el LAPD puso en práctica
hace ya diez años. El distrito Rampart, justamente al noroeste
del centro de la ciudad, cubre un área de ocho millas cuadradas.
Es una zona obrera y densamente poblada, sobretodo por inmigrantes. El agente del LAPD, Rafael Pérez, se unió a CRASH
en 1996. Fue arrestado en 1998 por robarse del mostrador donde
se guarda la evidencia ocho libras de cocaína valorada
en $8 millones. En 1999, mientras esperaba condena reducida por
tal fechoría, Pérez comenzó a cooperar con
las autoridades y presentó testimonio contra sus ex socios.
El 24 de febrero, Pérez recibió sentencia de cinco
años en la cárcel por el robo de la cocaína,
pero es posible que salga libre en poco más de un año
si su conducta mientras es prisionero es modelo. Los detectives de una comisión investigadora nombrada
por el LAPD y las Oficinas del Fiscal Federal de Primera Instancia
de Los Ángeles condujeron 50 horas de entrevistas con Pérez
durante los últimos seis meses. Dos periodistas del Los
Angeles Times condujeron una investigación del escándalo
y poco a poco las revelaciones de Pérez comenzaron a salir
al aire. El mes pasado, el Los Angeles Times publicó muchas
de las revelaciones que aparecieron en las dos mil páginas
de testimonio que Pérez prestó. La actividad ilícita
entre los agentes de policía era tan penetrante que el
Times concluyó: “ Cierta cultura secreta, criminal
y organizada se desarrolló dentro del LAPD, donde una fraternidad
de agentes y supervisores perpetraba crímenes y celebraba
asesinatos”. Entre las revelaciones más espeluznantes son las que
tienen que ver con los homicidios policíacos o los intentos
de cometerlos. En 1996, Kulin Patel, agente de policía
miembro de CRASH, le disparó a balazos a Juan Saldana cuando
éste iba corriendo por el pasillo de un edificio de apartamentos.
Cuando Edward Ortiz, supervisor de CRASH, llegó al lugar
del crimen, retrasó la llamada a la ambulancia para que
los agentes tuvieran tiempo de tramar una confabulación.
Saldana murió antes de llegar al hospital. En otro incidente, agentes de CRASH le dispararon 10 balazos
a Carlos Vertiz, hombre de 44 años que no tenía
ningún antecedente penal, porque lo confundieron con un
traficante de narcóticos. Para justificar la muerte, los
agentes de policía subrepticiamente colocaron una escopeta
cerca del hombre agonizante, quien ellos sostuvieron había
tratado de dispararles. En 1996, Pérez y su socio, Nino Durden, le dispararon
en el pecho y la cabeza a Javier Orlando, joven de 19 años,
y colocaron un arma sobre él a escondidas. Ovando recibió
una sentencia draconiana: 23 años de cárcel por
no haber mostrado remordimiento. Pero a Ovando se le comprobó
inocente y el año pasado fue puesto en libertad luego de
dos años en presidio. Debido a las lesiones corporales
que sufrió, ahora guarda silla de ruedas. En la víspera de Año Nuevo, 1996, agentes policías
miembros de CRASH abrieron fuego contra dos celebrantes, quienes,
después de haber sido heridos, fueron arrestados bajo acusaciones
falsas. Los agentes ensayaron el cuento que habían disparado
en defensa propia, agregando que los celebrantes habían
disparado contra ellos primero. Uno de los agentes, quien permanece
anónimo, presuntamente le ha dicho a su abogado de defensa
que los policías de CRASH esa noche habían salido
“de caza” deportiva para emboscar a gente. Pérez le relató a los detectives el extremo hasta
el cual los agentes de policía y sus supervisores llegaban
para encubrir los tiroteos ilegales. En una ocasión, durante
una búsqueda, un policía neófita abrió
la puerta de un armario, se sorprendió al ver otro hombre
dentro y disparó, dejándolo muerto. Cuando el supervisor
llegó al lugar del incidente, le dijo al novato que relatara
lo siguiente: el hombre llevaba un espejo en las manos; el agente
de policía vio su propio reflejo y, confundiéndolo
por persona con mano armada, abrió fuego.
Pérez le relató a los detectives el extremo hasta
el cual los agentes de policía y sus supervisores llegaban
para encubrir los tiroteos ilegales. En una ocasión, durante
una búsqueda, un policía neófita abrió
la puerta de un armario, se sorprendió al ver otro hombre
dentro y disparó, dejándolo muerto. Cuando el supervisor
llegó al lugar del incidente, le dijo al novato que relatara
lo siguiente: el hombre llevaba un espejo en las manos; el agente
de policía vio su propio reflejo y, confundiéndolo
por persona con mano armada, abrió fuego. La agente de policía Melissa Town le disparó
a un joven que estaba sentado con un grupo de amigos cerca de
un parque. Cuando le cayó atrás al joven, éste
emprendió fuga. Cuando el sargento supervisor llegó,
le quitó a un auto que estaba en las cercanías una
pieza de metal con cromo que medía 5½ pulgadas de
largo y le instruyó a Town que declarara que el joven bajo
sospecha lo había apuntado hacia ella.
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